Nueva idea del socialismo
osu Perales Arretxe: Miliban
tenía toda la razón: El socialismo no es inevitable, ni es por consiguiente el
resultado seguro de las contradicciones que vive el capitalismo. Es, nada más y
nada menos, una posibilidad. Al igual que son una posibilidad futura nuevas
regresiones y peores catástrofes. El socialismo surge como lo deseable en medio
de la amenaza permanente de situaciones tenebrosas. Baste decir que los
socialistas de finales del siglo pasado nunca imaginaron hasta que punto el
siglo XX se convertiría en un gran matadero. El holocausto nazi y el gulag
estalinista nos dan la medida de una naturaleza humana que invita a dudar
seriamente de que la historia camine en el sentido optimista de Kant.
Y no se trata
ahora de sustituir una concepción optimista de la historia por otra pesimista
de igual peso. De lo que se trata es de concebir la vida como una batalla
permanente --en palabras de Norman Geras--, superando todo pensamiento
complaciente con el llamado progreso. Durante décadas, partidos comunistas en
todo el mundo han vivido de las rentas de creer que serían dueños del futuro
como consecuencia de la esperada crisis fatal del sistema capitalista. Esta
ideología, conservadora, que predecía el triunfo final es la que se ha venido
abajo. En adelante, todo es más incierto y dependerá de nuestra lucha; la
historia es una construcción humana, no un movimiento autónomo con final feliz,
no una rueda de luces desplegándose luminosa hacia el futuro, afirma Geras.
Tal vez,
además, sea deseable apostar por utopías más modestas que por una sociedad
armoniosa. Y no porque sea malo pensar en una gran utopía --magnífico ejercicio
del imaginario--, sino porque no es necesario saber si será posible para esta
humanidad estar convencidos de que debemos luchar para poner remedio a males
actuales que lesionan gravemente la condición humana. Luchar por la igualdad y
justicia sin saber cuánto podremos lograr, constituye una aventura moral de
inspiración netamente revolucionaria.
El desafío de
una nueva idea de socialismo no es meramente intelectual. Al contrario, al ser
sólo una posibilidad invita a una actitud de lucha sin fin, que es lo que en
definitiva es. De manera que la sustitución de una visión armoniosa por utopías
más modestas, lejos de ser un factor desmovilizador es exactamente lo opuesto:
una rebelión cotidiana frente al espanto del neoliberalismo, en la medida que
se proponen cambios estructurales e institucionales, aun a riesgo de ser
heterodoxos con el gran discurso ideológico. Basta saber que sin esos cambios
las injusticias permanecerán.
El socialismo
está vivo a condición de que se presente como alternativa humanista que propone
no tan sólo un mejor reparto de los bienes, sino una nueva civilización,
Es verdad que
en estos momentos de dificultad para la izquierda, en lugar de elegir una
actitud de experimentación y búsqueda, hay quienes prefieren refugiarse en un
pragmatismo a ultranza y en el posibilismo más acentuado. Semejante refugio
ofrece nuevas seguridades, un discurso aparentemente eficaz y algunas victorias
parciales. Por lo se que ve hay en la izquierda sectores que no pueden permanecer
en un territorio de independencia, tensión y búsqueda; necesitan practicar
alguna religión en una nueva iglesia. Pero quienes dan ese paso tal vez no han
pensado bien en el hecho de que la socialdemocracia, como encarnación de la
adaptación más exitosa de la izquierda, acepta los fundamentos del capitalismo,
su funcionamiento, sus valores liberales levemente corregidos. O puede ser que
prefieran no saberlo. Al igual que ignoran una verdad: mucho antes de que
cayera el muro de Berlín, la socialdemocracia ya fue derrotada en tanto
portadora de una nueva idea de sociedad y civilización. Lo cierto es que muchos
tránsfugas, tal vez por cansancio, prefieren cerrar nuevamente el círculo en
lugar de abrirlo.
Abrir el
círculo es incómodo. Lo es por cuanto significa acentuar un sentido crítico,
fortalecer la reflexión y el debate, volver a empezar --una y otra vez. Supone
precisamente una actitud revolucionaria frente a toda tentación conservadora de
la propia izquierda. Abrir el círculo significa, volviendo a los valores de
libertad, igualdad, solidaridad y justicia, comprender que los mismos están en
permanente colisión. No parece factible, con esta humanidad, conseguir una
armonía entre todos ellos; pero debemos aspirar al mejor equilibrio posible.
Así, por ejemplo, la libertad e igualdad colisionan si se desarrollan hasta las
últimas consecuencias. Isaiah Berlin afirmaba que estamos condenados a elegir y
que cada elección puede entrañar una pérdida irreparable. Tal vez su punto de
vista sea extremo y demasiado pesimista, pero la consecuencia última de esta
comprensión es nuevamente revolucionaria pues nos dice que la historia es
conflicto y proyecto inacabado. Habrá quien contemple esta posibilidad desde
una conciencia trágica, al descubrir que la especie humana está condenada a la
imperfección. Parece más atractiva una ética de la alegría, ya que en la
imperfección se encuentra un viaje de la conciencia lleno de incertidumbres que
nos invitan a ser constructores verdaderos de la historia humana.
Ahora bien, la
incertidumbre presente y futura, el socialismo como posibilidad y la superación
de toda visión armónica de la lucha, no debilita para nada la fuerza moral y
política del socialismo. Lo que debilitó a la izquierda fue justamente lo
contrario: el creerse poseedora del futuro y conocedora de todas las
soluciones. Esta creencia fue doblemente dañina: en primer lugar, por ilusoria
y, en segundo término, porque desconsideró profundizar sobre problemas de los
que, en realidad, sólo sabíamos el enunciado.
El socialismo está
vivo a condición de que se presente como alternativa humanista que propone no
tan sólo un mejor reparto de los bienes, sino una nueva civilización, unas
nuevas relaciones sociales y sentimentales, una nueva estructura política que
impulse la participación política ciudadana mucho más allá del voto cada equis
años.
Dice bien la
nicaragüense Mónica Baltodano al señalar que en la fuerza del capitalismo está
su gran debilidad. Ciertamente, el avance totalitario del libre mercado está
configurando un mundo básicamente dual: una minoría satisfecha que no entiende
de equidad; y una mayoría de hombres y mujeres a merced de esa bomba de la
pobreza que es el neoliberalismo. La lógica de este sistema es que no es
posible lo primero sin lo segundo, y en ello radica su fragilidad.
Por ello la
izquierda no debe arrugarse al escuchar los himnos del capitalismo. El futuro
está abierto, también para el socialismo. Lo que hace falta es: no transigir en
los principios y saber enriquecerlos a contracorriente, en la confianza de que
los malos tiempos ya pasarán.
Iosu Perales (Tolosa, diciembre 1946). Politólogo
especialista en Relaciones Internacionales y en materias de Cooperación al
Desarrollo. Vinculado a redes sociales transnacionales y a ONGs, participa en
iniciativas y foros alternativos. Participó en los Comités de Solidaridad
Internacionalista. Ha ejercido el periodismo durante bastantes años. Sus
primeras obras de ensayo y divulgación están vinculadas a su propia experiencia
en América Central en los años ochenta.
Ha publicado numerosos artículos de opinión en
prensa escrita y revistas digitales, y es autor de varios libros, entre ellos
Guatemala insurrecta (1990), El perfume de Palestina (2002), Los buenos años:
Nicaragua en la memoria (2005) Los Años de Plomo en El Salvador, 1981-1992
(2009) y Algo he visto del mundo. Crónicas viajeras (2013), En el género de
narrativa es autor de Adiós Managua: El rey del mambo (1990) Viento del Norte
(1993) y Buenos días La Habana (2000).
http://www.robertexto.com/archivo/nueva_idea_socia.htm
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