HACIA UNA NUEVA IDEA DE SOCIALISMO


Iosu Perales Arretxe: La palabra socialismo plantea hoy bastantes problemas. La izquierda ha empobrecido su horizonte, incluso, duda de su propio proyecto histórico porque hasta el momento no ha podido proponer, de manera exitosa, un paradigma distinto que no sea el que corresponde a la socialdemocracia de la Internacional Socialista. En este sentido, la izquierda debe reconocer que sus rutas son torcidas y reconstruir su proyecto político a partir de una reflexión autónoma y de los datos más que de una ideología.

A lo largo de este siglo que termina, en la izquierda ha predominado la idea de un camino recto, dividido en etapas, hacia el socialismo. Y es que en la izquierda la tentación de situarse en las coordenadas del progreso, como si éste fuera un aliado cómplice de las aspiraciones de liberación, ha tenido un peso mayoritario. Pero ni el progreso puede presentar un balance limpio que demuestre que lo es, ni en todo caso sus coordenadas tienen una simpatía especial por las izquierdas.
El acoso a que se ve sometida la izquierda por los poderes reales del mundo de hoy se une a una crisis discursiva y de propuestas, todo lo cual da como resultado, por primera vez, una seria duda acerca de la marcha de la historia.

En estas circunstancias desconocidas hasta ahora, en la izquierda hay con frecuencia dos tentaciones igualmente arriesgadas: una de ellas es la del quietismo, la otra la de escapar rápidamente en dirección a la derecha en busca de un lugar seguro. El quietismo conduce a la retórica, al revolucionarismo de lenguaje que ignora por completo las reglas del juego al considerarlas trucadas, y que al menospreciarlas queda fuera de toda posibilidad de intervenir con eficacia en el cambio de sociedad. Y, alejarse del campo de batalla con el argumento de que todo, parlamento, prensa, leyes, etc, está infestado de tiburones conservadores, significa quedarse en un escenario imaginario en el que nada se dilucida. En el lado contrario, los movimientos hacia la derecha resultan patéticos, pues parecen buscar el aplauso de las fuerzas económicas y políticas más poderosas, bajo la ingenua creencia de que el porvenir en justicia, sin explotación, puede ser pactado.

En el marco de estos movimientos mutantes se produce una catarsis antes impensable: de pronto el pasado de lucha es un gran equívoco y se empieza a cuestionar si de verdad hay diferencia entre izquierda y derecha. En los movimientos hacia la derecha hay un querer ser como ellos, algo pocas veces reconocido explicítamente, pero que sin duda impulsa en una dirección en la que la izquierda puede terminar, sin más, siendo la otra mano de la derecha. No hay que olvidar que el mayor triunfo de la derecha se da cuando fabrica su propia oposición.

Por alguna maldición parece sumamente complicado que haya una izquierda que entienda y asuma que sus rutas son torcidas, y que debe proceder a una reconstrucción de su proyecto político a partir de una reflexión autónoma y de los datos más que de una ideología, o de la adscripción a una corriente política internacional que cree tener todas las respuestas. En realidad, la izquierda de Occidente está prisionera de una tradición racionalista que desde Platón hasta Marx se ha apoyado en el dogma de que todo problema auténtico sólo puede tener una solución verdadera, así como en la creencia de que todas las soluciones deben formar un todo armónico en un saber omnicomprensivo.

Sin embargo, no es malo empezar por reconocer que hoy la izquierda no tiene una teoría de la revolución; ninguna de las del siglo XIX funciona. Hay que pensar no en una teoría sino en líneas que excluyen cuadros de explicación total. Se trata de repensar numerosas cuestiones desde la conciencia de que las rutas del cambio son necesariamente torcidas.

La palabra socialismo necesita ser desnudada para, superando el mito y la excesiva simplificación del lenguaje, hacer referencia a qué comunidad queremos, qué sociedad queremos, qué mundo habitable queremos. A fin de cuentas, se trata de las grandes interrogantes que deberían mover a la pasión de pensar y actuar. Y, sin embargo, sucede a menudo que en la izquierda se prefiere no aceptar el desafío de encontrar las respuestas por el temor a que resulten ser excesivamente comprometidas.

En cualquier caso, ya no se trata de ofrecer soluciones, sino de aportar ideas y criterios innovadores que ayuden a la izquierda a renovarse desde la crítica a lo existente --que desde luego no es el mejor de los mundos. De manera que entre la renuncia y la renovación elegimos esta última. Puesto que renuncia es también quedarse en la nostalgia viendo pasar el mundo.

Iosu Perales (Tolosa, diciembre 1946). Politólogo especialista en Relaciones Internacionales y en materias de Cooperación al Desarrollo. Vinculado a redes sociales transnacionales y a ONGs, participa en iniciativas y foros alternativos. Participó en los Comités de Solidaridad Internacionalista.

Ha ejercido el periodismo durante bastantes años. Sus primeras obras de ensayo y divulgación están vinculadas a su propia experiencia en América Central en los años ochenta.

Ha publicado numerosos artículos de opinión en prensa escrita y revistas digitales, y es autor de varios libros, entre ellos Guatemala insurrecta (1990), El perfume de Palestina (2002), Los buenos años: Nicaragua en la memoria (2005) Los Años de Plomo en El Salvador, 1981-1992 (2009) y Algo he visto del mundo. Crónicas viajeras (2013)

En el género de narrativa es autor de Adiós Managua: El rey del mambo (1990) Viento del Norte (1993) y Buenos días La Habana (2000).

http://www.robertexto.com/archivo/nueva_idea_socia.htm

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