La Ilusión Democrática


De aquella democracia concebida por Tocqueville como gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo, a la realidad existente, evidentemente hay un buen trecho.

Es cierto que existen libertades, pero su tamaño y cualidad son diferentes según consideremos el poder económico, político o social de cada cual. La igualdad ante la ley y el mercado que se predica, poco tiene que ver luego con la que existe, en la práctica, entre gobernantes y gobernados, poseedores y desposeídos, hombres y mujeres. Se dice que todas las personas son iguales, pero la realidad muestra que hay algunas que lo son mucho más que otras.

la conquista y profundización de la democracia todavía constituyen una de las principales tareas pendientes en la humanidad.

En el mercado capitalista, la inmensa mayoría de la población se encuentra en una posición de ajeneidad con respecto a los marcos de decisión del qué y el cómo se ha de producir. A lo más, las personas cuentan como consumidoras, no como productoras y, aún así, consumimos eligiendo entre las limitadas posibilidades que se nos ofrecen. Algo similar ocurre con la democracia que conocemos. La persona no es concebida como productora de la misma, sino como consumidora de ella a través del voto-moneda que se le da. El mercado electoral que se nos ofrece es también limitado, desigual y oligopólico y está fuertemente viciado por:
(1)   La exclusión de los principios democráticos de áreas, como la economía, lo militar, la Administración..., en los que la democracia está prescrita y donde impera, por el contrario, el poder de la dirección, la disciplina, la jerarquía. El juego democrático es sólo para los políticos, quienes a su vez están muy coartados por la hegemonía de la partitocracia.
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(2) Se restringe el funcionamiento democrático a momentos determinados (elecciones), sin hacer de éste la norma principal de funcionamiento de la vida diaria. La opinión (voz) pública no es tomada en consideración salvo como dato estadístico por conocer o manipular. Las únicas opiniones que cuentan son las expresadas por las urnas: "Usted puede cambiar el voto en las próximas elecciones", se suele replicar al crítico.

(3) Las propias elecciones están tremendamente cuarteadas desde un punto de vista democrático: partitocracia, listas cerradas, imposibilidad de revocación, desigual acceso a los medios de comunicación,... El elector sólo tiene derecho a emitir respuestas, pero no a formular preguntas: "Las preguntas las hago yo", suele decir la policía y el poder.

(4) La democracia parlamentaria que conocemos está además bastante hueca. Su centro de gravedad se ha desplazado progresivamente del Parlamento al Ejecutivo. La administración se independiza cada vez más de la sociedad civil y su control, estableciendo por el contrario estrechas relaciones y dependencias --corruptelas incluidas-- con los grandes poderes económicos de la sociedad.

(5) El peligro de una oligarquización de la democracia es real, no se trata de una alarma infundada. Se distingue en el hecho de que las élites de los grandes partidos se apropian de la vida pública, controlan el legislativo, pactan en secreto, coordinan las iniciativas con lobbies no siempre legales, limitan la acción de sus propios parlamentarios... La oligarquización se expresa asimismo en las reglamentaciones y reformas en las leyes electorales para favorecer el bipartidismo.
Frente a todo ello, la conquista y profundización de la democracia todavía constituyen una de las principales tareas pendientes en la humanidad. La creación de una sociedad mucho más igualitaria y justa tiene mucho que ver con todo ello. En esta andadura, algunos de los grandes trazos que podrían dibujar ese proyecto democrático serían:
(1)    La autogestión y autoorganización de cada instancia social debiera ser el principal principio por impulsar. La democracia representativa queda sometida así al principio de la subsidiariedad. Se trataría, pues, en primer lugar, de fortalecer y consolidar la función de la sociedad civil y su variada trama asociativa, mediante la potenciación de sus funciones.

(2) La democracia directa y la representativa no deben ser entendidas como opuestas, sino como complementarias. Y, por supuesto, ninguna está reñida en modo alguno con el reconocimiento pleno e impulso decidido de las más amplias libertades de reunión, asociación, expresión...

(3) Desde su propio origen, en Grecia, la democracia fue algo más profundo que el mero hecho de hacer elecciones. Introducir en la misma elementos de control, rotatividad, revocación, rendición de cuentas, consultas directas..., debe ser algo esencial a la propia democracia.

(4) Esta, además, es algo más que un simple gobierno de la mayoría. Junto a ello existen otros derechos colectivos que no pueden ser vulnerados: derechos de minorías étnicas, lingüísticas, religiosas..; derechos de comunidades nacionales, locales..; derechos universales.

(5) Salvo que pensemos lo político como desgajado de lo social, la democracia debe afectar al conjunto de la vida social: laboral, enseñanza, administración. Además, su conquista no puede pensarse al margen de crear una base material, educativa, informativa, de relación entre los sexos, que permita a las personas situarse en una real situación de igualdad. Sin ello, pensar que la democracia puede desarrollarse plenamente, será una quimera.
Iosu Perales (Tolosa, diciembre 1946). Politólogo especialista en Relaciones Internacionales y en materias de Cooperación al Desarrollo. Vinculado a redes sociales transnacionales y a ONGs, participa en iniciativas y foros alternativos. Participó en los Comités de Solidaridad Internacionalista. Ha ejercido el periodismo durante bastantes años. Sus primeras obras de ensayo y divulgación están vinculadas a su propia experiencia en América Central en los años ochenta.

Ha publicado numerosos artículos de opinión en prensa escrita y revistas digitales, y es autor de varios libros, entre ellos Guatemala insurrecta (1990), El perfume de Palestina (2002), Los buenos años: Nicaragua en la memoria (2005) Los Años de Plomo en El Salvador, 1981-1992 (2009) y Algo he visto del mundo. Crónicas viajeras (2013), En el género de narrativa es autor de Adiós Managua: El rey del mambo (1990) Viento del Norte (1993) y Buenos días La Habana (2000).

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