EL "MUNDO FELIZ" DEL CAPITALISMO MUNDIAL ES PROFUNDAMENTE ANTIDEMOCRÁTICO.


Quinta: El capitalismo global es depredador y parásito. En la economía mundial de hoy, el capitalismo es menos benigno, responde menos a los intereses de las amplias mayorías de todo el mundo, y es menos responsable que nunca ante la sociedad. Unas 400 corporaciones transnacionales son dueñas de dos tercios de los activos fijos y controlan el 70 por ciento del comercio mundial.

Al estar los recursos del mundo controlados por unos pocos cientos de corporaciones mundiales, el alma y el destino mismo de la humanidad están en manos del capital transnacional, que tiene el poder de tomar decisiones de vida o muerte para millones de seres humanos. Tal concentración de poder económico conduce a enormes concentraciones de poder político a nivel mundial. Todo análisis de la "democracia" en tales condiciones carece de sentido. La paradoja de la desaparición de las dictaduras, las "transiciones democráticas" y la propagación de la "democracia" en el mundo se explica mediante nuevas formas de control social y el uso indebido del concepto de democracia, cuyo significado original -el poder(cratos) del pueblo(demos) se ha desfigurado tanto que ya no se le puede reconocer. Lo que la élite transnacional llama democracia se denomina con mayor exactitud poliarquía, para tomar un concepto de los círculos académicos.

La poliarquía no es dictadura ni democracia, a nivel de sistema político.17 Se trata de un sistema en el cual un pequeño grupo realmente gobierna, en nombre del capital, y la participación de la mayoría en la toma de decisiones se limita a elegir entre las élites rivales en competencia en procesos electorales fuertemente controlados.

Esta "democracia de baja intensidad" es una forma de dominación consensual. El control social y la dominación es hegemónica, en el sentido expresado por Antonio Gramsci, y no coercitiva. 

Se basa menos en represión directa que en diversas formas de apropiación ideológica y desautorización política hechas posibles por la dominación estructural y el "poder de veto" del capital global. La poliarquía la promueve ("promoción de la democracia") la élite transnacional del sur como parte fundamental de su agenda, a diferencia de la anterior red global de regímenes civiles-militares y francas dictaduras (por ejemplo, los Somozas, los Duvaliers, los Marcos, los Pinochets, las minorías blancas, etc.), y antes de ellos, los estados coloniales represivos que los países capitalistas del norte promovieron y sostuvieron durante gran parte de la historia moderna. Los sistemas autoritarios tienden a desatarse cuando las presiones globalizadoras desarticulan las enraizadas formas de autoridad política coercitiva, dislocan comunidades y patrones sociales tradicionales e instan a montones de personas a demandar la democratización de la vida social.

Las masas desorganizadas pujan por una democratización popular más profunda, mientras las élites organizadas lo hacen por transiciones fuertemente controladas del autoritarismo y las dictaduras a poliarquías de élite. Este problema es decisivo, ya que gran parte de la izquierda a nivel mundial no ha sido democrática en el siglo XX, ni en el seno de sus propias organizaciones ni en practicas estatales en aquellos países donde ha llegado al poder.

Los históricos puntos débiles democráticos de la izquierda han hecho que muchos vacilen en denunciar la poliarquía por lo que es: un remedo de democracia. La izquierda se debe comprometer a la democracia en la sociedad y en sus propias instituciones -una democracia popular, participativa de la base hacia arriba, que de poder a las clases populares a nivel local, subordine los estados a la sociedad civil, haga a los líderes responsables, etc.

Pero la poliarquía tiene poco que ver con la democracia como ocurrió con el sistema político estalinista en el antiguo bloque soviético. Las trampas del procedimiento democrático en una poliarquía no significan que las vidas de montones de personas se llenen de contenido democrático popular autentico o significativo, mucho menos que se logre la justicia social o mayor igualdad económica. Las nuevas poliarquías ("las nuevas democracias") de la sociedad mundial naciente no satisfacen ni se proponen satisfacer las autenticas aspiraciones de participación política, mayor justicia socioeconómica y realización cultural de las mayorías reprimidas y marginadas.


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