Capitalismo Transnacional.
Estamos siendo testigos de una transición que va de los estados de bienestar social a los estados de control social, al ascenso de estados policía que administran complejos industrial-penitenciarios para contener la población excluida, a nuevas formas de apartheid social y espacial, y a respuestas de control militarizado “estilo Katrina” a desastres y demás percances. Podríamos estar dirigiéndonos, en general, hacia un estado policía global. Entrevista a William Robinson. Realizada por la redacción del diario griego Eleftherotypia [Prensa libre]
1. Usted sostiene que estamos siendo testigos a escala mundial de una transición histórica hacia una nueva fase del capitalismo, con nuevas formas de poder y nuevas formas de resistencia. Primero, ¿qué novedades presenta el capitalismo actual?
La característica clave de esta nueva época es el ascenso de un capital verdaderamente transnacional, una nueva producción globalmente integrada y un nuevo sistema financiero. La producción ha sido fragmentada en innombrables fases constantemente cambiantes, las cuales se han descentralizado y dispersado a través del planeta. A su vez, los distintos fragmentos se han integrado funcionalmente en vastas cadenas globales de producción y distribución, de modo que cada economía “nacional” se ha convertido en una parte constitutiva de un mayor sistema productivo global.
Ahora también tenemos un sistema financiero verdaderamente global. Ya no existe algo comparable a un sistema financiero nacional. De hecho, el capital financiero es la fracción de capital más móvil y la más transnacionalizada. Esto tiene mayores implicaciones. El capital financiero se encuentra en el ciberespacio, donde no reconoce fronteras y afronta pocos controles estatales, si alguno. El capital financiero subordina al capital fijo. Los que controlan el capital financiero pueden apropiarse de valores en cualquier parte del mundo mediante la manipulación financiera, y luego recolocarlos continuamente en cualquier otra parte del mundo.
Este sistema financiero y esta producción globalmente integrada sostienen la creciente interpenetración del capital en todos los lugares del mundo, y el conjunto está organizado alrededor de las gigantescas corporaciones que manejan la economía global. Hay importantes mecanismos que facilitan la transnacionalización del capital. La extensión de los mercados bursátiles, por ejemplo, desde los principales centros de la economía mundial hacia muchas, si no todas, las capitales de todo el mundo, combinado con una comercialización las veinticuatro horas del día, propicia un comercio mundial todavía mayor y, en consecuencia, una propiedad transnacional de la acciones. La integración global de los sistemas financieros nacionales y las nuevas formas de capital financiero, incluyendo a los secundarios mercados derivados, ha puesto las cosas muy fáciles a la transnacionalización de la propiedad. Otros mecanismos de integración son el intenso crecimiento de las inversiones extranjeras directas y la extensión de las afiliaciones a compañías transnacionales, el colosal aumento de las fusiones y adquisiciones, el crecimiento de las interrelaciones entre juntas directivas de empresas, la expansión de las estrategias de alianzas transfronterizas de todo tipo, y la creciente influencia de las asociaciones de negocios punteros. De este modo, una clase capitalista transnacional ha aparecido como el agente manifiesto de la globalización capitalista.
2. Usted no dice que los capitales regionales o nacionales han dejado de existir, ¿verdad?
No, yo no digo tal cosa. Pero hay un nuevo tipo de fragmentación de clase entre las fracciones locales y nacionales de capital, por un lado, y las fracciones transnacionales, por el otro. El capital transnacional es ahora la fracción hegemónica de capital a escala mundial. Elites y grupos transnacionalmente orientados ahora están presentes en todos los países del mundo, también dentro de los estados. Estas fracciones, o sus elites burocráticas, ejercen una influencia considerable, si no un control absoluto, en la mayoría de los aparatos estatales del mundo. Y a menudo llegan a dictar políticas.
Aquí debemos ver como el capitalismo ha sido reorganizado en una estructura en red, de modo que el sistema funciona a través de redes que se extienden por todo el globo. Esto es importante porque las viejas estructuras verticales, los dinosaurios corporativos, se han extinguido. Ahora el capital funciona mediante vastas redes de subcontratación y externalización de servicios, a través de numerosas formas de alianza entre los distintos grupos capitalistas y demás agentes económicos.
Quiero destacar este punto porque es el capital transnacional el que está en el vértice de esas redes globales. Esto significa que bien puede haber todavía capitales locales y nacionales, pero no pueden competir con el capital móvil transnacional. Si quieren permanecer competitivos, si quieren continuar jugando al juego, tienen que conectarse al capital transnacional, y lo tienen que hacer, estructuralmente, de una forma que los subordina a él.
3. ¿Podemos hablar también de una clase trabajadora global?
Sí. Hay una clase obrera mundial que lleva las fábricas, las granjas y las oficinas de la economía global. Sus bases se pueden encontrar en las maquiladoras, en los complejos agroindustriales alrededor del mundo, y entre los ejércitos de trabajadores en el sector servicios de las ciudades globales. Sin embargo, la clase trabajadora global está internamente estratificada. Está dividida en segmentos nacionales, así como raciales, étnicos y de género. La continuidad del estado-nación sirve para distorsionar la conciencia y la experiencia subjetiva de la clase trabajadora global. Por el contrario, la clase capitalista transnacional es un grupo de clase con conciencia subjetiva de sí misma y de sus intereses. Sus miembros se socializan cada vez más en sus instituciones privadas, tales como el Forum Económico Mundial de Davos, y desarrollan una conciencia de clase transnacional. En este sentido es una clases-para-sí, en términos de Marx, mientras que la clase obrera mundial es una clase en-sí pero todavía no una clase para-sí.
4. ¿Dónde se encuentra el poder político actual en esta nueva forma de capitalismo global que usted describe?
Hay una nueva configuración transnacional del poder. En parte, es aquí donde un estado transnacional entra en juego, lo cual es otro aspecto de la nueva época. La cuestión es, ¿cómo puede ejercer su autoridad política la clase capitalista transnacional? Pues bien, una forma de hacerlo es a través de la utilización de los aparatos estatales de cada país, y hemos visto ejemplos de sobra de ello. Otra forma es mediante la transformación de las instituciones internacionales existentes, tales como las viejas instituciones de Breton Woods o las agencias del sistema de las Naciones Unidas, y la creación de otras enteramente nuevas, como la Organización Mundial del Comercio. El capital transnacional intenta convertir el poder estructural de la nueva economía global ejercido sobre países individuales y sobre las clases trabajadoras de cada estado-nación en una autoridad política directa o, en su defecto, en una potente influencia a través de este aparato transnacional.
Las instituciones transnacionales intentan coordinar el capitalismo global e imponer una dominación capitalista más allá de las fronteras nacionales. El FMI, por ejemplo, opera como una institución estatal transnacional a fin de facilitar la explotación del trabajo local por el capital global, y lo hace mediante la imposición de un ajuste estructural que abre los países a la penetración del capital transnacional, a la subordinación del trabajo local, y a la extracción de riqueza por parte de los capitalistas transnacionales. Aunque es verdad que el poder y la autonomía del estado-nación han disminuido en relación a las estructuras de poder transnacional, esta imagen es un tanto engañosa puesto que las estructuras de poder transnacionales están localizadas en cada nación por fuerzas sociales concretas que son materialmente y políticamente parte de un bloque de poder transnacional emergente.
5. En este contexto, ¿como deberíamos interpretar la lucha de los Estados Unidos de América para la hegemonía y la expansión global?
Su pregunta asume que la política exterior de los Estados Unidos tiene que interpretarse como una lucha por la hegemonía nacional de los Estados Unidos. Yo no creo que podamos entender la hegemonía global, o el papel de los Estados Unidos en el mundo, desde este marco interestatal basado en el estado-nación. Los análisis que se centran en el estado-nación y en relaciones inter y transnacionales no llegan a apreciar el carácter integrador del capitalismo global. Si por “imperialismo”, nos referimos a presiones implacables para la expansión externa del capitalismo y distintos mecanismos políticos, militares y culturales que facilitan esa expansión, entonces, en efecto, estamos viendo obviamente un continuo imperialismo en el siglo XXI. Pero no hay nada en este “nuevo” imperialismo que sugiera que los Estados Unidos estén librando una competición con otros estados-nación capitalistas para conquistar una posición de imperio. Los que hacen este tipo de argumentaciones han congelado su análisis en un momento anterior. Ven el capitalismo mundial todavía en su estadio de “monopolio” nacional correspondiente a los días de Lenin y Hilferding, de modo que se interpreta que el intervencionismo norteamericano sólo puede ser un impulso para la hegemonía de los Estados Unidos sobre otros estados.
Las políticas recientes de Estados Unidos, como la imposición de programas neoliberales de ajuste estructural y el patrocinio de acuerdos de libre comercio han servido para que más regiones y sectores de todo el mundo se abran a la intromisión del capitalismo global, del capital transnacional. El FMI y otras agencias estatales transnacionales no han actuado como simples instrumentos del imperialismo norteamericano. No conozco programa alguno de ajuste estructural del FMI que cree condiciones en un país intervenido que puedan favorecer al capital “estadounidense” de un modo especial en vez de abrir el país intervenido, su trabajo y recursos, a los capitalistas de cualquier rincón del mundo. La primera cosa que hicieron las fuerzas de ocupación norteamericanas después de la invasión de Irak no fue de ningún modo cerrar el país únicamente al propio capital, sino decretar una ley de inversión extranjera que invitó a invertir a los capitales de todos los rincones del mundo.
El estado norteamericano ha intentado jugar la baza del liderazgo en nombre de los intereses capitalistas transnacionales. Que cada vez sea más incapaz de hacer tal cosa no apunta a una creciente rivalidad nacional, sino a la imposibilidad de una tarea de estas características dada la crisis del capitalismo global. En este sentido, el intervensionismo y la globalización militarizada son menos una campaña para la hegemonía de los Estados Unidos que una respuesta contradictoria a la crisis del capitalismo global –al estancamiento económico, a los problemas de legitimación y al ascenso de fuerzas contra-hegemónicas.
6. ¿Cuáles son los nuevos problemas específicos que produce el capitalismo global?
El sistema es un caos; sus contradicciones son explosivas y, francamente, la humanidad se encuentra en un grave peligro. La crisis global es una crisis de polarización y reproducción sociales, que refleja un problema estructural más profundo, estrechamente vinculado a la superacumulación. La crisis también es de sostenibilidad. Un holocausto ecológico ya ha comenzado. Si no retrocedemos ante el precipicio, y muy pronto, podríamos sufrir consecuencias catastróficas. Demos un paso atrás y observemos el conjunto del cuadro. Los años 80 vieron una recuperación de los beneficios después del declive de los años 70. Hubo una ola masiva de inversiones transnacionales en los años 80 y en los 90, que condujo a una superproducción y una supercapacidad. El capital empezó a buscar cada vez más una salida para sus inversiones a través de la especulación financiera –el notorio “capitalismo de casino”. La volatilidad de la especulación financiera a la hora de afrontar la superacumulación condujo a la crisis del peso de México en 1995 y a su “efecto tequila” en todas partes; seguida por la congestión financiera asiática de 1997 y 1998; y por las crisis rusa, turca y brasileña, y la recesión mundial en 2001 y 2002.
Es en este punto que las presiones políticas y estructurales del sistema llevaron hacia una militarización de la acumulación global. Los estados Unidos, en su papel de garantes del sistema, trataron de abrir nuevos puntos de salida para el excedente global mediante un keynesianismo militar y una movilización bélica, a través de la “destrucción creativa” de la guerra. Desde los 90 hasta la fecha hemos estado viendo un cambio en el eje de acumulación: desde la tecnología informática y las nuevas comunicaciones como punta de lanza, junto con una especulación financiera en acciones, propiedades inmobiliarias y demás, hacia un complejo militar-industrialpetrolífero- ingeniero-constructor.
Los estados son responsables de las demandas de capital transnacional aunque son incapaces de apoderarse y redistribuir los excedentes, regular los circuitos de acumulación, y por tanto de llevar a cabo funciones sociales. Los estados no pueden absorber las demandas sociales y resolver las contradicciones. Todo ello lleva a una crisis de legitimidad y gobernabilidad, a una inestabilidad crónica, a olas de crimen, descomposición social y extensión de la anomía. El problema del control social en el orden del capitalismo global deviene primordial. Esto quedó simbolizado en la insurrección de los excluidos en París a finales del 2005. Estamos siendo testigos de una transición que va de los estados de bienestar social a los estados de control social, al ascenso de estados policía que administran complejos industrial penitenciarios para contener la población excluida, a nuevas formas de apartheid social y espacial, y a respuestas de control militarizado “estilo Katrina” a desastres y demás percances. Podríamos estar dirigiéndonos, en general, hacia un estado policía global.
7. ¿La globalización no ha condenado al subdesarrollo a muchas naciones?
Su pregunta está expresada en un marco engañoso de análisis que aún se basa en el estadonación, como si lo que se “desarrollara” o “subdesarrollara” fueran los estados-nación. Esto ignora la polarización de clase, las relaciones de poder y la desigualdad social existentes en cada estadonación. La globalización ha convertido a mucha gente del sur en partícipes –consumidores- del mercado global; y además ha diseminado una cultura de capitalismo mundial, con su individualismo, consumismo, escapismo y banalidad. Pero la globalización también ha generado movilidad descendente, marginalidad y pauperismo para muchos más. Las desigualdades mundiales han alcanzado proporciones sin precedentes. El patrón es una polarización entre un 20% de la población mundial que está avanzando, por un lado, y un 80% que se está quedando atrás, por el otro. Hay nuevas desigualdades de clase transnacionales que no se pueden comprender con la división norte-sur. El sur global está dispersado cada vez más a lo largo del planeta y así también el norte global. La India tiene ahora 200 millones de consumidores de clase media que participan en el mercado global, así como China, incluso mientras las mayorías de este país siguen hundiéndose en la indigencia. La polarización social global está afectando de nuevas formas a todos los ámbitos nacionales.
8. ¿Qué estrategias viables ve usted para hacer frente al capitalismo transnacional?
La justicia social requiere medidas de gobernanza social transnacional sobre la producción global y el sistema financiero como un primer paso necesario hacia una radical redistribución de la riqueza y el poder a favor de las mayorías pobres. ¿Qué puede implicar este nuevo componente redistributivo y cómo puede realizarse? Ciertamente, esto va a requerir una inversión de las políticas neoliberales a nivel del estado-nación. Pero con la redistribución no basta. Esto tiene que conectarse con la transformación de las relaciones de clase y de propiedad. Las relaciones de propiedad y de clase locales tienen implicaciones globales. Redes de interdependencia vinculan lo local con lo global.
Focos contra-hegemónicos están emergiendo ahora de forma muy clara, por ejemplo, en la aparición de un bloque anti-neoliberal en América Latina centrado alrededor de Venezuela. No obstante, el reto es cómo transformar una reactiva resistencia global en un programa global activo. La experiencias recientes de Venezuela, Brasil, Sudáfrica y Haití, entre otras, ponen en claro las limitaciones que conlleva la reintroducción de un proyecto redistributivo sólo al nivel del estadonación. Cualquier desafío al poder del estado capitalista tiene que implicar un mayor componente transnacional. Las luchas circunscritas al nivel del estado-nación están lejos de ser inútiles. Siguen siendo centrales en la perspectiva de poder alcanzar justicia social y cambios sociales progresivos.
Pero tales luchas tienen que ser parte de un proyecto contrahegemónico transnacional más amplio y de un programa para controlar el mercado global y el poder del capital global. La alternativa al capitalismo global tiene que ser un proyecto transnacional en el que estén comprometidos el sindicalismo transnacional, los movimientos sociales transnacionales, las organizaciones políticas transnacionales, etcétera.
William Robinson es profesor de Sociología, Estudios Globales e Internacionales y de Estudios
Ibéricos y Latinoamericanos, en el campus de Santa Bárbara de la Universidad de California.
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