LA NATURALEZA ANTINACIONAL Y ANTIDEMOCRÁTICA DE LA BURGUESÍA COLOMBIANA
LAS ERRADAS LECTURAS DE LA
IZQUIERDA
Por: Fernando Dorado
Por: Fernando Dorado
La burguesía colombiana nació en
el seno de la oligarquía terrateniente. Es la hija menor del gran latifundio
colombiano. Además, creció a la sombra del poder de los imperios. Primero, a la
cola del imperio británico. Después, bajo la tutela del imperio estadounidense
o gringo[2]. Por ello, no es una burguesía
nacional. ¡Nunca lo será!
A diferencia de lo ocurrido en
Brasil, Uruguay y Argentina, en donde durante el siglo XIX arribaron migrantes
europeos que traían el espíritu emprendedor y la iniciativa creadora de una
burguesía en ascenso, en los países andinos – Venezuela, Colombia, Ecuador,
Perú y Bolivia – las burguesías nativas heredaron el espíritu aristocrático y
colonial, las costumbres burocráticas y parasitarias, y el comportamiento
clientelar de las elites españolas.
Reconocer la naturaleza de esa
clase capitalista, su condición dependiente, su carácter débil, su esencia
cortesana, su ideología reaccionaria, su cobardía genética, es fundamental,
determinante y decisorio para resolver el problema que tenemos entre manos:
terminar el conflicto armado e iniciar la construcción de una verdadera Nación
en democracia.
Esa burguesía – a pesar de los
atisbos progresistas de algunos industriales antioqueños[3] – nunca fue capaz de enfrentar a sus primos mayores, los grandes
terratenientes. Tímidamente planteó en 1936 y 1968, unas limitadas reformas
agrarias que fueron frenadas sin mucho esfuerzo por la clase latifundista. Sólo
a finales de los años 80s del siglo XX, la burguesía dio muestras de algún
grado de dignidad y coherencia – a través de un solitario Luis Carlos Galán
Sarmiento –, enfrentándose aisladamente al imperio y a la corrupta oligarquía
en el terreno de la lucha contra las mafias narcotraficantes. Por eso lo
mataron.
LAS
ERRADAS LECTURAS DE LA IZQUIERDA
La izquierda colombiana durante
el siglo XX se equivocó varias veces en esta materia. La primera, cuando el
Partido Comunista en la década de los años 30, se puso a la cola de la
"revolución en marcha" de Alfonso López Pumarejo siguiendo las
orientaciones de construir los llamados "Frentes Populares contra el
Fascismo". Se creyó por entonces en la supuesta voluntad reformista de un
sector de la burguesía. ¡Grave error!
La desgracia es que ese error
fue continuado con acomodaticias interpretaciones sobre la existencia de una
burguesía democrática y otra reaccionaria. Ello se presentó debido a que
durante el período del Frente Nacional (1958) se fortaleció una burguesía
burocrática – en su mayor parte liberal – que utilizó el discurso de Gaitán
para engañar al pueblo, con promesas de cambio social y el chantaje del
fascismo conservador. Hernando Agudelo Villa fue el adalid teórico de esa
corriente política que finalmente claudicó ante la burguesía
trans-nacionalizada durante el gobierno de Ernesto Samper Pizano.
Otra, cuando Francisco Mosquera,
fundador y principal dirigente del MOIR interpretó dogmáticamente la estrategia
de la Nueva Democracia de Mao TséTung (válida para China donde efectivamente
existía una burguesía nacionalista) y demostró equivocadamente – para sí mismo
y para su partido –, la existencia de una "burguesía nacional". Su
demostración la hizo a partir de análisis eminentemente económicos que
desconocieron en forma determinista los aspectos históricos, las influencias
culturales coloniales, los amarres ideológicos conservadores y los
entrelazamientos que siempre han existido entre burgueses y grandes latifundistas
en nuestro país.
La burguesía colombiana ha
tenido numerosas contradicciones y motivos para enfrentarse con el imperio
estadounidense. Pero nunca lo hizo. Siempre agacharon la cabeza y llenaron sus
bolsillos con pequeñas dádivas imperiales. Primero, cuando los estadounidenses
segregaron a Panamá y nos pagaron una miserable compensación. Luego, cuando se
apoderaron del petróleo a través de las ventajosas concesiones otorgadas por
gobiernos entreguistas. Más adelante, cuando nos impusieron el paquete neoliberal
iniciado con la apertura económica. Simultáneamente, cuando aprobaron la
"guerra contra las drogas". Y ahora, cuando a la sombra del Tratado
de Libre Comercio imponen condiciones onerosas a la economía nacional que
impiden cualquier desarrollo autónomo y llevan a la quiebra a numerosos
sectores industriales y agrarios.
La naturaleza servil,
parasitaria y entreguista de la burguesía colombiana siempre la condicionó para
que después de algunas quejas lastimeras y pataleos efímeros – que al final
demostraron que eran simples pantomimas para engañar al pueblo fingiendo
actitudes nacionalistas – terminara negociando con el imperio y aceptando sus
imposiciones. Es una realidad inocultable que ha sido demostrada por la
historia.
"Pacho" Mosquera lo
preveía y decía en 1978: "Esta burguesía le teme más al pueblo que al
imperio"[4]. Pero posteriormente – en la década de los años 80s –, olvidó esa
verdad. Fue así como concertó alianzas con sectores profundamente reaccionarios
(Hernando Durán Dussán, J. M. Arias Carrizosa) que fueron los precursores de
Uribe en su lucha, no contra el imperio estadounidense sino contra el
"social-imperialismo soviético" y las FARC, consideradas por el
teórico "moirista" como los principales enemigos de la humanidad y de
la Nación colombiana. Así, de ésta manera, profundizó su error.
¿Qué
importancia tiene en este momento este tipo de análisis?
Mucha y grande. Las izquierdas
en Colombia están divididas precisamente por las diversas interpretaciones que
hay de ese problema.
El MOIR mantiene su posición de
que existe una burguesía nacional y ha mostrado – después de la muerte de su
fundador en 1994 – gran disposición a entablar alianzas sobre todo con la
burguesía agraria con la consigna de la "defensa de la producción
nacional". En el pasado Paro Nacional Agrario de 2013, actuando a través
de las "Dignidades Agropecuarias", privilegió la unidad de acción con
la burguesía agraria encabezada por Uribe, por encima de cualquier acuerdo con
las organizaciones campesinas que luchaban por una reforma agraria democrática.
Pero lo más grave, cedió ante los intereses de los grandes productores agrarios
(cafeteros, especialmente) que privilegiaban la concertación con el gobierno de
subsidios y otras prebendas económicas, renunciando a la lucha por la revisión
del TLC en asuntos urgentes y graves para el sector agropecuario.
Por otro lado, los Progresistas,
encabezados por Gustavo Petro, consideran a Juan Manuel Santos como un
"burgués progresista" por el hecho de estar impulsando el llamado
"proceso de Paz" con las FARC y porque se enfrentó a Álvaro Uribe
Vélez. Esa teoría se construyó desde los tiempos de los acuerdos que el M19
realizó con Álvaro Gómez Hurtado en el marco de la Asamblea Nacional
Constituyente, en donde se hablaba de una "burguesía decente" y otra
"militarista y autoritaria". Es así como Antonio Navarro, Camilo
González Posso y Gustavo de Roux, – a nombre del AD-M19 y a la luz de esa
teoría – integraron el gobierno de César Gaviria como Ministros de Salud y
legitimaron la reforma neoliberal de la Salud denominada Ley 100 de 1993. Fue
una verdadera traición.
Y finalmente, otros sectores de
izquierda y demócratas, consideran que la "burguesía burocrática" que
últimamente han encabezado políticamente el ex-presidente Ernesto Samper Pizano
y Horacio Serpa Uribe, es potencialmente "revolucionaria" porque en
sus discursos y planteamientos abogan por un Estado interventor, se han
destacado por la "defensa de los derechos humanos", la superación del
conflicto por la vía política negociada y el respeto de los procesos de cambio
que adelantan los pueblos vecinos. Pero esta "burguesía burocrática"
nunca ha enfrentado con seriedad la política neoliberal. Fueron incluso blandos
con Uribe. Serpa representó a ese gobierno ante la OEA y Samper ha dado
muestras de enormes vacilaciones frente a las políticas antipopulares de
Santos.
¿Qué nos dice la experiencia de
los países vecinos que tienen características similares a las nuestras? ¿Qué
podemos aprender de ellos?
La
experiencia de los países andinos
Las revoluciones democráticas en
marcha en América Latina han mostrado el carácter de las burguesías locales y
nos enseñan claramente qué camino seguir. En Venezuela, Ecuador y Bolivia,
fueron los sectores populares los que se levantaron contra las oligarquías y
desencadenaron los procesos revolucionarios, unos más profundos que otros, pero
todos con la constante de que las burguesías de esos países se plegaron a los
intereses de las oligarquías entreguistas y mostraron su naturaleza
antinacional y antidemocrática.
En Venezuela sólo un sector
minoritario de los liberales – encabezados por Luis Miquelena – se colocó del
lado de Chávez pero rápidamente, en 2002, con ocasión del golpe de Estado,
retroceden y se pasan al lado de la burguesía parasitaria y del imperio
estadounidense. En ese país fue el núcleo popular apoyado por militares
nacionalistas el principal eje social y político del proceso revolucionario
triunfante y en desarrollo.
En Bolivia, en donde se presenta
el proceso de resistencia más avanzado contra el neoliberalismo, son las masas
populares encabezadas por los habitantes de la ciudad de El Alto y de la
provincia de Cochabamba, acompañadas por movimientos campesinos, mineros e
indígenas, quienes derrocan al presidente Lozada y derrotan políticamente a la
oligarquía boliviana. La burguesía boliviana, ubicada principalmente en el
departamento de Santa Cruz, se opone a la revolución y solo 10 años después, ha
concertado una especie de tregua con el gobierno de Evo Morales, pero su
intención es frenar el proceso revolucionario y pactar nuevos acuerdos con el sub-imperialismo
brasileño que tiene gran influencia en esa región.
En Ecuador la situación es
similar. La "Revolución Ciudadana" tiene sus bases sociales entre
campesinos, indígenas y población pobre y de clase media de las grandes
ciudades, cansadas de la politiquería tradicional y de la entrega de los
recursos naturales a las grandes transnacionales extranjeras. La burguesía
siempre estuvo con la oligarquía y el imperio.
En Perú y Colombia la
interferencia de la lucha armada – degradada por el imperio y por las
posiciones militaristas de la insurgencia – han impedido que los sectores
populares impongan su hegemonía social y política y arrastren a la izquierda
hacia verdaderos y profundos procesos de cambio y transformación.
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