LA CONSPIRACIÓN A LA PAZ
No es la consolidación de paz el
objetivo del Uribismo en el poder, sino la conspiración permanente contra ella.
En tiempos de post acuerdo es el miedo a la verdad y al desplome del búnker de
su impunidad lo que impulsa sus desatinadas decisiones. En otras palabras, le
tienen miedo a la verdad del General Rito Alejo del Río, a la de más de dos mil
militares que se acogieron a la JEP, a la verdad que quieren aportar cientos de
empresarios y para políticos, y a la verdad de las víctimas del conflicto y de
las organizaciones defensoras de derechos humanos.
Lo que está detrás de las
objeciones del Presidente Duque a la Ley Estatutaria de la JEP, es entonces, un
pánico terrible a la verdad y al eventual derrumbe de la impunidad. Uribe y su
facción política saben muy bien que a pesar de que excluyeron de la
Jurisdicción Especial a los terceros involucrados en el conflicto en contravía
de lo pactado, no les será fácil escapar de la escena del crimen. Durante sus
gobiernos, por ejemplo, se provocaron mas de 3 millones 500 mil víctimas (el
41% del total de víctimas en 50 años de guerra), y se emitió la Directiva 029
del ministerio de defensa, que desencadenó los falsos positivos y la muerte de
miles de jóvenes inocentes. La cúpula política, junto a empresarios, terratenientes
y otros, son los verdaderos determinadores de la violencia, los autores detrás
del autor.
Valdría la pena ahora
preguntarnos por qué no dejaron prosperar la Unidad Especial del punto 74 de la
JEP que debía ocuparse de los casos de paramilitarismo. Son 100 mil los
ciudadanos asesinados por esa máquina de muerte… Ya es hora que el Fiscal
explique por qué no dejó funcionar esa Unidad.
Aquí lo que se debe objetar es la
guerra, no la paz, presidente Duque. La paz es el derecho síntesis porque
garantiza la vida. Sin vida, derechos fundamentales como la alimentación, la
vivienda, el agua, la salud, el trabajo, se disuelven en el aire, se quedan sin
objeto.
Cuando un Gobierno incumple la
Constitución y desconoce y desacata los fallos de la Corte interponiendo falsas
inconveniencias políticas, e ignora la
división y autonomía de las ramas del poder, es porque ha iniciado la marcha
hacia el infierno de la tiranía.
Teniendo en cuenta que el Acuerdo
de Paz ya fue hecho trizas y sus aspectos esenciales hundidos o denegados por
el anterior Congreso, y observando el panorama desolador de la falta de
implementación, las actuales objeciones de Duque a la estatutaria -cumpliendo
obedientemente el dictado de Sarmiento Angulo a través del Fiscal Martínez-
para ser precisos, no buscan destruir la paz sino demoler sus ruinas.
Nuestras preocupaciones impresas
en cartas dirigidas a la Segunda Misión de Naciones Unidas, a los países
garantes, a la Comisión de Paz del Senado, a la Jurisdicción Especial para la
Paz, al Secretario General de la ONU Antonio Gutiérrez dando cuenta del
taciturno hundimiento de la paz de Colombia, ya pueden empezar a considerarse
como constancias históricas.
Esta cadena de sucesos
desafortunados de traición a lo acordado, a los principios de pacta sunt
servanda y de buena fe, llenaron de desconfianza a los excombatientes,
incluyendo los de la fuerza pública, a los que ahora pretenden intimidar con
inseguridad jurídica para que mantengan sus bocas cerradas y no hablen nunca de
la responsabilidad principal en el conflicto de la cúpula política y los
poderosos.
Las objeciones son maniobras de engaño del
Estado para eludir su responsabilidad de reparar a las víctimas del conflicto;
para instituir el absurdo de que haya dos jurisdicciones investigando sobre los
mismos hechos; Llenar la nueva Jurisdicción con millones de casos para hacerla
inoperante; y para que se pueda extraditar sin pruebas a comandantes
guerrilleros para saciar así su sed de venganza. Esto último fue lo que hizo
Uribe con Simón Trinidad a quien extraditó a los Estados Unidos, sin ser
solicitado por esa potencia, mediante un sucio montaje judicial. Simón terminó
condenado a 60 años de cárcel por un delito inventado a última hora, que ni
siquiera hacía parte del montaje inicial.
El gobierno de Duque es una
desgracia para Colombia que arrastra la peor crisis humanitaria de la región.
Negar el derecho a la paz es una aberración -y de las peores- si lo que se
busca es borrar el más hermoso anhelo humano sólo para ahuyentar el miedo a la verdad
que siente una casta política que ejerce el poder desde la violencia. Nada
justifica hacer trizas un Acuerdo de Paz para que un grupo minúsculo de
privilegiados siga flotando apaciblemente en el éter de la impunidad.
A la calle; hay que salir a la calle
a defender el derecho a la paz.
Marzo 14 de 2019
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