UN AÑO ELECTORAL REGIONAL
UN AÑO ELECTORAL REGIONAL
Diego Jaramillo Salgado
Las elecciones regionales de
este año tendrán una característica que le imprimirá un carácter especial. Se
trata de un proceso de negociación con la guerrilla más grande del país, que
pareciera llegar a su fin paralelamente al debate electoral, y su concomitante
participación en la escena política de la UP y la Marcha Patriótica. No porque
la habilitación de estos nuevos sectores políticos y los que resultaren de los
acuerdos, conlleve a la capacidad de obtener un gran respaldo electoral. Más
bien porque la discusión política estará atravesada por la polarización que ha
introducido la derecha y la ultraderecha en el país. Tendencia que no es
irrelevante si se tiene en cuenta que en varias regiones, como la de Cauca, los
paramilitares activaron sus fuerzas en zonas de minería y fortalecieron las que
conservan en relación con el narcotráfico, ahora, al parecer, orientadas a
preparar el terreno para garantizar apoyos electorales que les sean favorables.
El reconocimiento que el
país le hace al Cauca de la gran capacidad de los movimientos y organizaciones
sociales no se corresponde con sus actuaciones en procesos políticos como los
electorales. Desde la década del setenta del siglo pasado, sectores y grupos de
la izquierda política que se declaraban en contra de las elecciones fueron
asumiendo su participación en ellas, dentro de una gama de posibilidades tan
variadas y disímiles que ha imposibilitado su unidad en el país y en las
regiones. Los movimientos sociales, de una u otra forma tenían esta influencia
de aceptación o de rechazo. De mantenerse la tendencia del año anterior, se
podría concluir que en este habrá pocos sectores abstencionistas. Sin embargo,
esto no se traduce en intentos de unidad que posibiliten convergencias
Es cierto que ha habido una
tradición de no confundir las estrategias de las organizaciones sociales con
las políticas electorales. Sin embargo, lo que ha demostrado América Latina, y
el Cauca tiene muchos ejemplos en esa dirección, es que sí pueden darse
alianzas que favorezcan proyectos colectivos y disminuyan el poder del
clientelismo, la politiquería y la corrupción, sin que sus principios entren en
juego.
La falta de unidad no solo le sigue entregando el poder a quienes no lo
ejercen en función de los intereses colectivos. Lo peor es que al no dar la
prioridad que requiere en la coyuntura, el resultado es el respaldo a proyectos
y candidaturas que desconciertan a las bases sociales. Derivadas de lo que
unilateralmente definen las organizaciones políticas. Factor que puede
explicar, en gran parte, la incapacidad de la izquierda y de los movimientos
sociales de ser alternativa real de poder. A su vez, el distanciamiento de
múltiples sectores sociales y de gran parte de la ciudadanía de asumir
activamente su participación en las decisiones políticas que le atañen.
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