El decreto de la discordia
Viernes 06 de Febrero de 2015 - 12:00am
POR: ANDRÉS QUINTERO OLMOS
En una
muestra de coraje político, el alcalde vallenato, Freddy Socarrás Reales,
decretó que la circulación de motocicletas, salvo algunas excepciones, solo se
podrá realizar si su conductor es propietario y con la única posibilidad de que
el acompañante forme parte del núcleo familiar. También estableció que las
motocicletas no podrán circular en los principales corredores de la ciudad, a
partir de las 7 p.m. hasta las 6 a.m. Todo esto con el objetivo de disminuir
los efectos negativos generados por el mototaxismo: la violencia, el desorden,
la accidentalidad vial y la competencia desleal al transporte público.
Sin embargo, a la hora de limitar el derecho fundamental a la
libre circulación de sus ciudadanos, el burgomaestre no puede caer en la
tentación de la desproporcionalidad y generalización: la gran mayoría de los
motociclistas no infringen descaradamente las normas de tránsito (aunque sí una
fuerte minoría) y no son delincuentes en potencia. Por eso, pareciese que la
medida fuese excesiva.
Obvio es de reconocer que el mototaxismo ha sido, en la última
década, debido al abaratamiento del precio de las motos, tanto un nuevo y
asequible medio de transporte como una oportunidad de ingreso; siendo palpable
que esta medida claramente afectará a miles de familias vallenatas (50 mil
motocicletas en Valledupar se dedican principalmente a esta labor).
Este medio de transporte no es solo un fenómeno vallenato, se
propaga en todo el resto del país y en la mayoría de los países donde el
transporte público es deficiente. Pero algunas ciudades del mundo han logrado
implementar el mototaxismo formalizado. En París, por ejemplo, los ciudadanos
tienen la opción de transportarse en mototaxis certificadas sin traba.
Asimismo, pareciese que el problema fundamental del mototaxismo
es que sea informal; siendo su falta de reglamentación lo que lo convierte
irrevocablemente en una fuente de inseguridad y en una competencia desleal para
los taxistas y buseteros, que sí pagan impuestos y licencias. Sin embargo,
mientras que el mototaxismo no se formalice en Colombia, parece necesario
controlar de alguna u otra manera su uso. Para esto los alcaldes deben dialogar
con sus conductores y llenarse de imaginación para fiscalizarlos.
Entretanto, los alcaldes, como el de Valledupar, no deberían
decretar prohibicionismos abstractos, que enemistan y crean tensiones entre los
ciudadanos, y que son solo paños de agua tibia.
La inseguridad vial no se combate restringiendo el uso libre de
motocicletas sino teniendo a policías en las esquinas fiscalizando a los
conductores y a través de programas pedagógicos para crear conciencia ciudadana
y, sobre todo, dándole al pueblo alternativas de transportes seguros, cómodos y
asequibles. Lo mismo para la inseguridad criminal: esta solo se combate
instalando cámaras de seguridad y teniendo a una policía formada y focalizada
en la verdadera delincuencia, mas no luchando contra un fenómeno de transporte
inevitable (siendo esto igualmente válido para las nuevas plataformas de
transporte como Uber).
Alcalde, para subsanar inconvenientes, no caigamos en el
facilismo de reducir las libertades.
@QuinteroOlmos
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