La formación en el Trabajo informal como herramienta de inclusión y ciudadanía activa

Reunion trabajadores informales Popayan
REUNION CON ORGANIZACIONES CAMPESINAS -  MOTOTRABAJADORES, OBJETIVO REGULAR EL TRABAJO INFORMAL

La formación en el trabajo informal como herramienta de inclusión y ciudadanía activa

Introducción

En los procesos contemporáneos de transformación social, la formación ha dejado de concebirse únicamente como un mecanismo de transmisión de conocimientos técnicos. La participación de los trabajadores informales en programas de capacitación no solo les permite acceder a conocimientos aplicados a la práctica laboral, sino también a procesos de aprendizaje que integran saber, técnica y experiencia. En la actualidad, este tipo de formación se reconoce como una herramienta estratégica para la inclusión social, la construcción de ciudadanía y la integración de los sectores más vulnerables.

Diversas organizaciones de base y colectivos de trabajadores informales han planteado la necesidad de comprender la inversión en formación no únicamente desde indicadores cuantitativos o de rentabilidad económica inmediata, sino como parte de una estrategia integral de desarrollo humano y social.

La formación más allá de lo técnico

La formación para el empleo informal cumple múltiples funciones. Aunque su núcleo esencial sigue siendo la adquisición de competencias técnicas y profesionales que permiten desempeñarse en un oficio o profesión, también incorpora dimensiones transversales que impactan directamente en la vida social de individuos y comunidades. Entre ellas, cabe destacar:

  • Ejercicio de derechos y deberes: la capacitación se configura como un espacio en el que los participantes se reconocen como sujetos de derecho con responsabilidades hacia la sociedad.
  • Desarrollo de habilidades socioemocionales: la formación contribuye a mejorar la comunicación, la resolución de conflictos y la gestión del tiempo, elementos fundamentales para la inserción en contextos laborales y comunitarios.
  • Comprensión del entorno social: los procesos formativos ofrecen marcos de análisis para interpretar la realidad local, identificar dinámicas de exclusión y reconocer oportunidades de acción colectiva.
  • Fomento de la interculturalidad y la inclusión: los espacios de aprendizaje funcionan como lugares de encuentro entre identidades diversas, favoreciendo el respeto, la integración y la cohesión social.
  • Promoción de la ciudadanía activa: la formación no se limita a “hacer”, sino que también enseña a “ser” y a “convivir”, fortaleciendo la participación ciudadana en diferentes niveles.

La perspectiva de las organizaciones de base

Los liderazgos comunitarios, campesinos y sindicales del sector informal coinciden en señalar que los proyectos de política pública deben orientarse hacia el fortalecimiento del valor colectivo y no hacia la generación de beneficios particulares. En este sentido, la formación no debería concebirse como una competencia entre organizaciones, sino como un proceso de construcción compartida que refuerza el tejido social.

Las experiencias recientes muestran que, cuando los programas de formación se transforman en concursos o convocatorias de carácter competitivo, los resultados tienden a generar exclusión. Los recursos, en muchos casos, permanecen concentrados en los niveles de gestión o en los operadores contratados, mientras que las organizaciones de base reciben beneficios marginales. Este desequilibrio no solo afecta la legitimidad de las políticas públicas, sino que también vacía de contenido el propósito pedagógico y social de la formación.

En consecuencia, el personal docente y de acompañamiento comunitario debe concebirse como un agente al servicio de las bases sociales, con funciones que trasciendan la mera impartición de talleres. Su papel debería incluir el fortalecimiento organizativo, entrega de documentos guía al aprendiz, el acompañamiento en procesos de regularización documental y el apoyo en la superación de las barreras impuestas por la institucionalidad.

Desde esta perspectiva, la formación no constituye un privilegio ni un beneficio excepcional, sino un derecho conquistado a través de la organización social y la acción colectiva. Dicho derecho potencia la capacidad de resistencia, amplía la voz de los sectores informales en espacios de gobernanza y proporciona herramientas para negociar en igualdad de condiciones con actores estatales y privados.

El papel de la certificación y la práctica formativa

El proceso previo a la obtención de certificaciones representa una etapa fundamental, en la cual la práctica comunitaria de lo aprendido posibilita la consolidación de competencias y asegura que el conocimiento trascienda lo individual para convertirse en capital colectivo.

Una vez alcanzada la certificación, los egresados se encuentran en mejores condiciones para acceder a oportunidades laborales en un mercado altamente competitivo. Sin embargo, este proceso requiere ser complementado con políticas públicas que reconozcan y valoren la experiencia de los trabajadores informales, su saber acumulado y su aporte sustantivo a las economías locales.

Conclusión

La formación, entendida en un sentido amplio, constituye un instrumento estratégico para la inclusión social, la integración ciudadana y la movilidad económica. No se limita a la adquisición de competencias técnicas, sino que fortalece procesos comunitarios, garantiza derechos y abre caminos hacia la regularización y dignificación del trabajo.

Invertir en formación para los sectores informales equivale a apostar por un modelo de desarrollo humano integral que reconoce a cada persona no únicamente como trabajador, sino como ciudadano pleno, capaz de contribuir activamente al bienestar colectivo. En este marco, la formación se erige como un puente entre el aprendizaje, la inclusión y la construcción de sociedades más justas y cohesionadas.

23 Agosto 2025, Vicente granada, Mototrabajador Piedecuesta Santander

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