El capitalismo ha creado grandes bolsas de miseria sentimental”
Eva Illouz (Fez, 1961) es, para algunos, la mayor teórica del amor contemporáneo. Esta socióloga franco-israelí ha publicado obras como ‘El consumo de la utopía romántica (1997), ‘Intimidades congeladas’ (2007), ‘La salvación del alma moderna’ (2008) o ‘Por qué duele el amor’ (2012). Atiende por videoconferencia a este diario desde París para hablar de su último ensayo, ‘El fin del amor’ (Katz). Su método tiene la virtud de atraer tanto a lectores académicos como profanos, alternando referencias intelectuales (Hegel, Freud, Marx, Durkheim…) con entrevistas de campo (92 personas han sido interrogadas sobre su vida sentimental para este último libro), referentes de la cultura popular -como la serie ‘Sexo en Nueva York’- o incluso chats de Tinder.
-¿Por qué un libro más sobre el
amor?
-Para mi supone el final de un
ciclo. Es más sobre el desamor que el amor. Me interesa la manera en que
nuestras experiencias emocionales son conducidas por las instituciones, la
manera en que somos moldeados, cómo actúan en nuestro interior unas fuerzas
sociales que no vemos ni comprendemos. Del mismo modo que, en su día, intenté
comprender el tránsito del amor burgués del siglo XIX al amor de la sociedad de
consumo, veo ahora que todas esas construcciones burguesas y capitalistas se
están hundiendo. Es un libro sobre la contradicción entre el ideal que tenemos
del amor, que viene de esas estructuras del pasado, y las potentes fuerzas
institucionales que trabajan en otra dirección y que hacen que no pueda
funcionar bien.
-Cuando tenemos problemas
amorosos, buscamos a los psicólogos. Usted propone la aproximación sociológica,
muy distinta. El desamor es visto como fruto del sistema en que vivimos, no
como una ineptitud de las personas.
-Exactamente. Una parte
importante de mi trabajo es escribir contra la psicología, que es la
competidora epistemológica de la sociología. Escribo contra la psicología
clínica, que tiene cosas que se pueden utilizar individualmente, que son
útiles, pero eso no significa que no haya grandes causas colectivas, problemas
sociales, también en este campo. La incertidumbre se ha convertido en un
problema sociológico, porque hoy la certidumbre es una anomalía en una relación
sentimental. En general, cuando entramos en cualquier otro tipo de relación
social, laboral, sabemos a qué atenernos, cuáles son las reglas: lo que
significa ser un padre, un vendedor de helados, una prostituta callejera… Son
roles que interpretamos. Pero, hoy, entrar en una relación amorosa es
introducirnos en un territorio totalmente incierto. No sabemos cuál es la buena
conducta a seguir, y esta tremenda incertidumbre no tiene precedentes en la
historia. La sociología nos ayuda a gestionar esto. Ojo, no estoy diciendo que
los individuos no sean diferentes, sino que hay individuos con muchos más
problemas que otros. Los individuos se mueven en instituciones y entornos que
no dominan, cosas que no funcionan, y que son constantemente eludidos en la
comprensión de los psicólogos en sus terapias.
-Usted habla de desregulación
amorosa…
-Utilizo voluntariamente
conceptos económicos porque ha habido transformaciones en las relaciones
amorosas que tienen un carácter económico. Muy importante resulta, por ejemplo,
que, hoy, los encuentros amorosos son un mercado, han adoptado esa forma: hay
dos entidades que se encuentran en una arena libre y van a intercambiar algo
entre ellos, sin mediaciones ni regulaciones. Antes nadie se casaba fuera de
los preceptos de una religión, de los estereotipos, de su clase social… Había
un montón de mecanismos sociales que regulaban las parejas. La desregulación es
lo mismo que en el terreno de las mercancías: la libre circulación de cuerpos y
de psiques. Eso va a hacer que la gente se aparee en función de mecanismos de
acumulación de valor, de capital, que maximicen sus posibilidades en el mercado
matrimonial. La regulación implica muchas prohibiciones y tabúes, y en el
mercado no los hay, solo dos personas que intercambian utilidades. Ese es el
amor del neoliberalismo. La paradoja es que las ideas de Thatcher y Reagan, tan
defensores de la familia tradicional, conducen a su destrucción, a la ley del
más fuerte.
-De hecho, usted muestra cómo, en
el amor, coinciden los libertarios y los neoliberales…
-Uno de los desafíos del libro es
proponer una sociología de la libertad. Pensamos comúnmente en la libertad en
términos morales y políticos, pero yo lo que quiero es ver sus efectos
profundos en las prácticas sociales, porque es absolutamente claro que la
libertad cambia de contenido, según las épocas. Por ejemplo, en los años 70 y
80 el escritor Gabriel Matzneff podía tener comportamientos pedófilos,
acostarse con niños, impunemente, se consideraba parte de su libertad sexual.
Hoy eso ya no es posible. Hay, pues, ajustes y redefiniciones de la libertad.
Me doy cuenta de que los grandes valores que han defendido las feministas y los
homosexuales, que jugaron un papel importantísimo en todo el siglo XX y en el
advenimiento de la democracia, cambian de cariz al ser cooptados por lo que yo
llamo el capitalismo escópico, las industrias que utilizan la mirada, el ojo
del espectador, para extraer valor de otra persona, a partir de la belleza
evaluable del cuerpo de una mujer. La idea de libertad de ese capitalismo
escópico cambiará profundamente la definición de la masculinidad y la
feminidad, así como de la sexualidad. Se trata de algo muy político:
privilegiar a la vez la libertad y la desigualdad. Dado que no existe una
igualdad de partida, la libertad sexual se utiliza contra las mujeres.
La libertad sexual se utiliza
contra las mujeres”
-Desmenuza las consecuencias de
la falta de ética en el terreno sexual. Pero ¿quién podría dictarla?
-No creo que haya que crear una
organización internacional que dicte una ética sexual, han de ser los hombres y
las mujeres los que la creen conjuntamente. Esa es una gran cuestión de la que
ocuparnos en los años que vienen. El feminismo es una gigantesca reacción al
gran malestar que existe en las relaciones sexuales y emocionales. Tenemos una
gramática compartida entre hombres y mujeres para tratar las desigualdades en
el campo laboral. Pero no hemos formulado la gramática de la sexualidad y las
relaciones íntimas para que no sean un campo donde reinen la humillación, la herida,
el sufrimiento, los sentimientos de invisibilidad social. No es siempre el
caso, de acuerdo, pero sí a menudo. La libertad implica el derecho a hacer lo
que queramos sexualmente pero aquello que queremos da lugar a mucha violencia,
en lo físico, simbólico y emocional. Hace falta comenzar esta discusión ética.
Hasta ahora, hemos percibido este tipo de cuestiones como un intento de
reglamentar lo íntimo, pero se trataría simplemente de meterlo en los carriles
de la ética. Que la relación ética con los otros no se detenga o se extinga al
llegar a la sexualidad y al deseo.
-¿Libertad, igualdad,
fraternidad?
-Las tres cosas son una demanda
clara, también en lo íntimo. -Usted habla de la ‘deselección’, el abandono de
las relaciones, como la característica más importante de hoy.
-Parto de la constatación de que
la idea de ‘elección’ ha sido absolutamente central en la modernidad. El
feminismo puede ser definido como un combate para que las mujeres elijan, ya
sea en casa o fuera de ella (con el voto). La misma sociedad de consumo se
presenta como una cultura del derecho a tener muchas posibilidades de elección…
El individuo moderno se define a través de su toma constante de decisiones: en
su profesión, en la sexualidad, en sus amistades, sus compras… Pero hoy vivimos
una nueva etapa en la historia cultural de la elección porque el individuo se
define según sus ‘deselecciones’, su ruptura de compromisos y decisiones
anteriores. Eso es algo muy nuevo, un modo de sociabilidad negativa, donde el
individuo es quien es por aquello que rechaza, por la experiencia repetida de
rechazar o no escoger algo. Bien porque prescinde de algo o alguien o porque lo
toma pero luego ya no. El verdadero yo surge de rechazar a alguien: entrevisté
a una mujer casada durante 25 años, relativamente contenta con su matrimonio,
que estaba bien, pero se decía que, al haberse casado joven, no había conocido
nada de la vida, quería probar la vida de soltera y dejó a su marido. Es al
menos una acción inteligible, se comprenden las causas. Rechazar es
constitutivo de la identidad.
-Habla de poliamor, del más común
‘casual sex’ pero también destaca la gran fuerza que mantiene el ideal del amor
romántico.
-Esa es una idea clave del libro,
la contradicción entre la ideología que sigue siendo poderosísima en nuestra
sociedad y el hecho de que nuestras instituciones trabajan en otra dirección…
Nos hace falta crear una ética
sexual”
-Otra paradoja: la apariencia
física es más importante que nunca.
-Nunca ha sido tan importante.
Irónicamente, al tiempo que el feminismo ha hecho progresos, el rol de la
sexualidad ha sido cada vez más importante en la autodefinición de las mujeres.
Hay un enorme debate en el feminismo, el de analizar si la autodefinición a
partir del cuerpo y la sexualidad representa una emancipación o una regresión.
Tras investigarlo mucho tiempo, finalmente creo que el cuerpo juega un papel
fundamental para sojuzgar a las personas. En el patriarcado tradicional, las
mujeres tienen dos roles: el reproductor, son matrices o vaginas que van a dar
niños; o bien son prostitutas, para dar placer sexual a los hombres. No sorprende
que, en este sistema, el rol de la mujer esté hipersexualizado, y marcado como
diferente. Este cuerpo sexualizado se ha integrado en las formas actuales de
dominio capitalista, las que conciernen a la mirada, la que reconoce la
belleza, y que da a algunas mujeres una sensación de empoderamiento, pero junto
a la mirada también son necesarios los procesos de reconocimiento social,
emocional y romántico, y ahí la hipersexualización de las mujeres –que los
hombres no sufren- va a impedir que se produzca ese reconocimiento.
-Se ocupa también del ‘ghosting’…
-Es una forma cool de denominar
una crueldad. Es un término que agrupa una serie de prerrogativas, una manera
de legitimar un comportamiento maltratador. Si imagináramos un comportamiento
parecido en el campo profesional ¿qué sería? ¡Un delito! Sería imposible, usted
no puede tratar a un cliente así: que él le pregunte algo y usted decide
arbitrariamente no contestarle más. Comportarse así sería considerado una
afrenta en cualquier campo, pero lo aceptamos en las relaciones íntimas. Y no
hay ninguna razón para ello.
Muñecos que reproducen arquetipos
y roles sociales Terceros
-¿Qué son los ‘incel’?
-Un movimiento de ‘célibes
involuntarios’, una subcultura violenta, de extrema derecha, que llama al odio
contra las mujeres. La desregulación del mercado sexual crea una gran miseria
sexual para mucha gente, enormes bolsas de miseria. El capital sexual es tan
importante para los hombres, una fuente de poder, que, cuando no es
satisfactorio, dado que está repartido de forma muy desigual, genera enormes
resentimientos. Michel Houellebecq fue el primero en hablar de esto en su
‘Ampliación del campo de batalla’ en 1994. Hay un vasto campo de miserables
sexuales.
La apariencia física nunca ha
sido tan importante como ahora”
-¿Y el consentimiento?
-Se ha convertido en la piedra
angular de las relaciones entre hombres y mujeres basadas en la libertad, el
libre albedrío de las partes. Pero a mí me recuerda el contrato del trabajo
asalariado, que se presenta como un contrato entre dos partes, el que paga y el
que le da su trabajo a cambio. Marx ya se reía de eso en las primeras páginas
de ‘El capital’, ¡no es una relación entre iguales! Si no aceptas, te mueres de
hambre, el empleador tiene un enorme poder sobre ti. Y hoy, en el terreno
sexual, hay que recordar que definimos la identidad de las mujeres según el
reconocimiento que la mirada de los hombres le da. Así, le sorprendería
descubrir la cantidad de mujeres que dicen que ‘sí’ a propuestas sexuales que
no les apetecen. Más allá del ‘sí’ y el ‘no’ hay una gran zona gris donde la
mujer no quiere algo pero carece del repertorio adecuado para decir un ‘no’ sin
ser insultada, vista como una calientabraguetas o una puritana frígida. Si el
hombre te desea es que has hecho algo para que eso suceda y deberías ser
consecuente y sentirte halagada. No solo está en juego la voluntad de la mujer.
El libro ‘El consentimiento’ de Vanessa Springora es muy bueno porque expone el
tema muy claramente: una niña de 14 años ¿qué sabe de la vida? ¿a qué puede
consentir cuando un adulto de 50 la aborda? Del mismo modo, una chica de 22
años, que ha bebido en una fiesta, y lleva toda su vida escuchando y asumiendo
mensajes sobre la sexualidad que le dicen que follar o responder a esas
insinuaciones es cool, le resulta muy difícil oponerse. El debate sobre el
consentimiento, reducido a ‘sí’ o ‘no’, elude la complejidad de toda la
casuística real.
-¿En qué trabaja?
-En varias cosas. Analizo el populismo a través de las emociones, en el contexto de la sociedad israelí. Tengo otro proyecto antipsicológico: analizo 14 emociones y muestro que, en realidad, son sociales. Acabo otro libro sobre sexo. Y estamos haciendo, con un periodista y un académico, dos libros de entrevistas sobre toda mi obra.
COMENTARIOS
aliasod0g2Apr 12, 2021
Interesante, pero... Pareciéra que la autora apunta hacia un gremialísmo ocioso: Sociología vs. Psicología. Discusión ya superada -me parece- desde la posguerra (2ª). Considero que lo social es imposible sin el individuo y que el individuo, es una construcción social. El uso indiscriminado de los conceptos, no ayuda al esclaecimiento de a cual Psicología se refiere la autora -aunque al referirse a la conducta, la estadounidense emerge- pero luego hace referencia a conceptos como (psique, yo) que son combinados con otros de las Ciencias Sociales que al no estar conectados teorica ni epistemologicamente, son poco útiles para el entendimiento y comprención de la narrativa de la socióloga. La categoría conceptual de "libertad", es de tal laxitud, que por lo mismo, se parece al sentido estadounidense de esa libertad que proporciona el dinero. Me parece que el reto, que el dilema resoluble, es la construcción de una: subjetividad-reflexiva-deliberante.
aliasvw2e0Jan 17, 2021
El capitalismo empezó como teoría económica, pero ahora es ya una ética: un conjunto de enseñanzas acerca de cómo debemos actuar, cómo educar a los hijos, e incluso cómo pensar. El dogma principal es que el crecimiento económico es el bien supremo, o al menos un sustituto del bien supremo, porque tanto la justicia, como la libertad e incluso la felicidad dependen todas de él.
Y esa ética, ese dogma, lo aplicamos permanentemente e inconscientemente.
Del Roble
Hay mucho por hacer en pro de la igualdad de géneros. Incluida la igualidad y libertad en materia de relaciones personales y de sexualidad.
Pero esa obsesión del "capitalismo" como marco para todo análisis sociológico es un poco enfermiza.
Cuando señala que "Eso va a hacer que la gente se aparee en función de mecanismos de acumulación de valor, de capital, que maximicen sus posibilidades en el mercado matrimonial", está describiendo algo que existe desde el comienzo de los tiempos. ¿Cree usted que eso no ocurría en tiempo de los romanos, los griegos, los persas (me refiero a las civilizaciones pre-cristianas y, desde luego, pre-capitalistas)?
Hay quien prioriza el amor, los sentimientos, las afinidades,
y hay quien prioriza el patrimonio, el poder, la influencia.
Nacionalidades históricas actuales nacieron del solo hecho de la composición de reinos a base de matrimonios de conveniencia que buscaban aumentar el patrimonio territorial de los monarcas.
Y no por capitalismo, si entendemos por eso lo que Marx definió como tal, y que nació en el XVIII-XIX.
Pepito
La sociedad clamamos que lo que hay que eliminar para arreglar este mundo es la influencia de la gran empresa y el empoderamiento de la mujer, como si todo fuera culpa del hombre, pero es la mujer la que principalmente gasta en la gran empresa, ya que es la principal gastadora en este sistema de consumo, ya que al hombre casi le cuesta hasta comprarse una cazadora en rebajas. Para acabar con el empoderamiento de la mujer, la mujer tiene que tener oportunidades de negocio para ser económicamente capaz, pero ella misma concentrando su consumo en grandes compañías es la que elimina estás oportunidades. Se puede intentar poner mujeres en los organismos de poder para la toma de decisiones, pero a la vez la decisión más importante, la que más afecta, y a la vez la más simple, qué es: en el gasto diario, ya están tomando decisiones fatales al balancear la riqueza hacia pocas manos, creo que en el consumo a las mujeres les falta tanta visión de futuro, como al hombre les falta con la utilización de combustibles fósiles, el otro gran problema de esta era, por lo que en esta situación mundial, ningún género se libra de su responsabilidad
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