Capitalismo voraz
Capitalismo voraz
Vivimos en un capitalismo voraz y salvaje que nos tiene al borde de la muerte.
Por ello, comparto con nuestros lectores estudios de David Attenborough, el científico británico de los documentales de naturaleza más vistos en el mundo, tiene 94 años, es muy vital y es una autoridad moral para denunciar el riesgo de todo lo que ve en peligro, que es todo lo que le rodea. Nació en 1926 en Londres, ha vivido una posguerra y una guerra mundial, y ahora una pandemia que ha causado casi tres millones de muertos.
Como todos los de su generación, tan poco venerada y reconocida por los nuevos dirigentes de la gobernanza mundial, ha conocido otro mundo distinto al actual, más vivible y con un aire más sano. Y por eso, desde hace algunas décadas, se desgañita para advertirnos de los riesgos que están por venir en el entorno medioambiental en que nos movemos.
Attenborough ha escrito recientemente el libro: “A Life on Our Planet”, acompañado de un documental tan brillante como los que siempre ha producido el hermano de Sir Richard, el cineasta majestuoso que dirigió: Gandhi y Grita Libertad. En esos dos trabajos, uno consecuencia del otro, explica que el planeta Tierra está al borde de una sexta extinción masiva provocada por el cambio climático y la explotación salvaje de los recursos de la Tierra.
En su bola de cristal imaginaria, observa inundaciones, sequías y un aumento de la acidez del océano que lo hará impracticable para cualquier actividad humana. Lo que está por venir, según Attenborough, es mucho peor y más generalizado que lo que supuso Chernobyl en una parte localizada del planeta, e igualmente por la acción negligente del hombre.
Agárrense a la silla para conocer lo que nos adelanta el documental. El primer gran desastre será en el Amazonas, que abrirá la década de 2030 con una deforestación
ya consumada en el 75% de su superficie, lo cual será una tragedia ecológica para todo el Cono Sur del Continente Americano.
Luego, allá por 2050, todo el océano se volverá ácido por el dióxido de carbono que emiten las industrias y la automoción.
Para los años cercanos a 2080, predice una nueva pandemia originada en la dificultad para encontrar agua suficiente y en la situación yerma de los campos de cultivo, destrozados por siglos de uso de fertilizantes que los dejarán improductivos.
En 2100 David Attenborough vaticina que no quedará vida salvaje y que la fauna existente se limitará a aquella que el ser humano produzca exclusivamente para su consumo.
El siglo XXII no será mejor según esta predicción profética: se producirá una avalancha migratoria de las costas hacia el interior, el nivel del mar subirá y destruirá las ciudades situadas en el litoral. Ese éxodo multitudinario provocará una gran crisis humanitaria y las desigualdades crecerán. La escasez de precipitaciones provocará las sequías y convertirá al agua en el bien más preciado por encima del oro o el petróleo. La producción agrícola se verá mermada, y la pesca tendrá poco que buscar en las profundidades marinas.
Nadie le discute la autoridad para explicar lo que una mente privilegiada, dedicada durante su vida al estudio del entorno que nos rodea, adivine el futuro. Las dudas
sobre el discurso de Attenborough surgen sobre la capacidad real del hombre para frenar todos estos acontecimientos naturales, e incluso en que su origen sea 100% por la acción del hombre. Él piensa que las soluciones están al alcance de las próximas generaciones y que hay una serie de pasos imprescindibles que pueden comenzarse ya; es más, que son urgentes en el momento actual para evitar la catástrofe que se avecina. En el documental y las páginas del libro, Sir David invierte poco espacio para establecer recetas mágicas, que él cree pasan por utilizar energías renovables, reconstruir los océanos sin que se sepa cómo puede hacerse, la ocupación de menos espacio de la corteza terrestre, y frenar el crecimiento de la población. Medidas que, de ponerse en marcha, ¿evitarían un proceso destructivo similar a una sexta extinción como reflejan sus teorías? Esa es la cuestión”.
EDWIN DARÍO LIS HERRERA
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