Luis Ernesto Lopez RuanoNo compartiré la hipocresía de algunos funcionarios que acompañan al alcalde Popayán, en su acto de lamentaciones, frente al valientemente consumado derrumbamiento de la estatua de Sebastián de Belalcazar, que hoy 17 de septiembre de 2020, luego de muchos años de pensarlo, ejecutaron representantes de la comunidad Misak que protestó contra la violencia que azota sus territorios.
En un acto de arribismo de algunas familias que han constituido una inútil oligarquía payanesa, en 1937 inauguraron este monumento a uno de los más bárbaros genocidas españoles, para conmemorar, en lugar de lamentar, 400 años de destrucción. Familias que por décadas se lamentaban porque en Colombia ya no era legal tener esclavos en sus haciendas, estatua que para miles de caucanos y colombianos solamente representaba la peor de las afrentas a nuestros pueblos originarios.
El arribismo histórico de sentirse descendientes directos de los piratas y bandidos que acompañaron a Colón en sus primeros viajes, les ha hecho creer a estas familias que hacen parte de la raza superior que pregonó el führer de la Alemania nazi, y por ello hoy se expresan enceguecidas por la ira, al tener que comprobar que de tiempo en tiempo las comunidades originarias de América le recuerdan al mundo que Europa aún no nos ha pedido el perdón, ni mucho menos ha expresado la necesidad de una reparación histórica al irreparable crimen ocasionado hace 500 años.
Restablecer la memoria en los pueblos es necesario para avanzar en sus procesos de emancipación frente a toda forma de opresión. Mucho más en esta terrible época donde el fascismo vuelve a mostrar garras y liquida a lo mejor de nuestros pueblos, a la juventud, asesinada por parte de otros integrantes de su propio pueblo, policías y soldados que fatídicamente cayeron en las escuelas de adoctrinamiento nazi-militar, en que se ha convertido la fuerza pública, puesta al servicio de los intereses de los explotadores nacionales y extranjeros y contraria a los intereses de las comunidades que los parieron
Un VIVA a las comunidades indígenas que luchan por sobrevivir y que nos enseñan que esas estatuas no pueden seguir avergonzando la historia nacional. Así ahora, aprovechando una nueva ocasión y fiel a las podridas costumbres del establecimiento, con millonarios contratos el alcalde las vuelva a reinstalar.
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