EL STRES SICOSOMATICO DEL DIRIGENTE 2018.

Entre los Muros a Derivar en el Movimiento Social está el activismo, enraizado en la centrales obreras, en el movimiento campesino, en múltiples plataformas de lucha que dicen representar a negritudes, campesinos, indígenas, y comunidades urbanas,

el interrogante también está en diversos organismos no gubernamentales ONG, que cooptan a sus dirigentes para el maniqueo social, desde hace muchos años escuchamos y leemos que uno de los peligros que acechan el trabajo comunitario es el activismo, como pretexto a no perder el supuesto poder que “posee” .

Sumado a esta circunstancia colectiva, también se da la auto-sobrecarga laboral dirigida y es muy relevante en mujeres que dedican su disponibilidad ciento por ciento, a veces en personas recién ingresadas al movimiento social, que son cooptadas, para fortalecer la línea del sector, causando traumatismos organizativos en los mismos, en algunos casos poniéndolos en contra de sus propias comunidades, su ingenuidad y ganas de sobre salir en los escenarios les hace dar pasos cantinflescos, y sometiéndose a ritmos de vida inhumanos que, además de atentar contra la propia salud, produce ansiedad, tensiones sicosomáticas, frustraciones etc.

Irónicamente esta es la realidad al interior del movimiento social colombiano, a algunos dirigentes les  toca vivir esta época caracterizada por la cultura de la eficacia. Se piden resultados inmediatos y se valora a las personas según el grado de rendimiento. Cada quien, se auto programa su propia agenda, y lleva consigo mismo una sobrecarga de trabajo y abundancia de compromisos. La verdad es que, insensiblemente, la cultura ambiental de la eficacia y del rendimiento esta en las diversas militancias.

En todos los espacios hay una queja colectiva que se escucha siempre: “siempre son los mismos con las mismas”, o,  “cada año somos menos, con más años y con las mismas”. El resultado es que los miembros más capaces y disponibles se ven sometidos a una actividad excesiva que inevitablemente les produce un cansancio físico, psíquico, poniendo en duda sus presuntas génesis.  El mundo moderno de la vida fácil y el acomodo de estos dirigentes,  les impiden delegar funciones, y  ser más democráticos, sus intereses personales les aleja de las regiones, de la colectividad, los enferma y los deja en estado de gravitación levítico.

El soliloquio escénico, es la fotografía real de la dirigencia del movimiento social, que hacer? Ante esta situación y carencias no deseables de la militancia?, vivimos un contexto generalizado en donde la dinámica social se reduce a personas, en donde las decisiones y los consensos no obedecen, a la colectividad y menos a la comunidad, ni a las regiones, si no al exceso de actividad de 3 0 4, desconociendo toda articulación integral y las exigencias reales de cada proyecto de vida. Todo este síndrome de malformación social impone una revisión de proyectos, realizados y tareas por hacer, en aras de la eficacia y de las inmensas necesidades de los pobres.

No se puede desconocer el gran capital de dirigentes que hay en Colombia, su historia y procedencia es para referente de las nuevas generaciones, lo que no hay es voluntad política para permitir y reconocer que se avecinan nuevas transformaciones para el país, y que se requiere urgentemente renunciar a las luchas VICIADAS, AMAÑADAS, y salir del acomodo, relajamiento, y corrupción del contexto nacional de la dirigencia.

Muchos dirigentes locales y nacionales poseen dos y tres pensiones, suficientes para vivir en descanso y salir de los errores causados a la historia del actual movimiento social, ellos deben salir del agite enfermizo en que trabajan, ya lo hecho, hecho esta, de su legado de lucha, el 80% queda en manos de la derecha colombiana. Tanto dirigencias antiguas, como aspirantes al movimiento social son consientes de la necesidad de nuevos espacios evaluatorios, que reconstruyan métodos de trabajo participativo, y promoción de escuelas de formación que subsanen las carencias anteriores.

No se trata de olvidar la tradición de lucha de estos vigentes antepasados, sino de rectificar y cambiar holgazanería, por compromiso de país y laboriosidad colectiva,  y esto no sólo hay que afirmarlo; hay que construir los medios necesarios para expresar y cultivar las dimensiones sociales del trabajo popular. Si en la práctica se olvida o prioriza una de ellas con detrimento de las otras se está poniendo en peligro la identidad de proyecto de transformaciones sociales que se requieren.

Hasta el 2018, hemos heredado un activismo enfermizo con síntomas de carácter capitalista, ejemplo: en los últimos 20 años, insurge la informalidad directa, con el fenómeno del mototaxismo,  sector que pone a circular la moneda en las calles y caminos de Colombia y ese es un síntoma diciente de lo mal que funciona la economía en este país. Y que tiene que ver esto con el activismo actual? Pues que en la construcción de un nuevo dirigente implica nuevos métodos de trabajo, y otros modelos de formación, con énfasis en propuestas de economía alternativa, no se pueden repetir los mismos errores, es necesario un examen ideológico, sincero y real que determine cambios de actitud social, para no caer en los peligros del activismo actual.

Es una tarea urgente salir de la cultura fácil que nos deja el mundo actual, el individualismo, el egoísmo, el maniqueo, EL HEGEMONISMO, son los peligros convertidos en la droga que hoy nos domina, es un ídolo que nos esclaviza y al que servimos hasta el agotamiento, vivimos para trabajar al servicio de otra cultura.

El activismo es el encubridor del miedo a encarar carencias importantes en la respuesta social. Y más cuando la dirigencia acuerda y negocia principios de lucha con el enemigo gobernante, es el riesgo de toda concertación a convertir las luchas como fuente de ingresos, es cuando todo dirigente acude a otros espacios sobre naturales, y empieza a levitar, amparado en la tecnología, redes sociales, celular y otros; en Colombia se bogotanizan  las dinámicas, los lideres, como un soliloquio levitan sobre las regiones y las bases organizativas, todos se automatizan con el frio bogotano.

Las consecuencias del activismo se manifiestan en la vida fácil y tediosa, el trabajo popular no se vive como un encuentro de compañerismo y solidaridad con las bases, por eso se omite o se descuida bajo el pretexto de que el trabajo  ya tiene definida su representatividad en las ong, en partidos políticos, en las instituciones del estado y otros, pero lo cierto es,  que le secuestran la autonomía a la organización y a la comunidad, se desaparecen las decisiones asamblearias, que son, como la energía comunitaria o militante en algunos casos, los supuestos líderes levitan como resultado de la cooptación, se convierten en profesionales de la división social, sus tareas ya no son humanitarias, sino que obedecen a intereses particulares, olvidando su origen de donde salieron, la vida de estos activistas, se aproxima al equipo de trabajo externo y no a la comunidad. Cuando el líder pone su trabajo al servicio del agente externo, las relaciones inter­personales en comunidad se convierten en funcionales; pierde importancia el compartir y la solidaridad; crece el individualismo, al mismo tiempo que disminuye el sentido de misión humanitaria y de pertenencia a la organización.

La articulación entre el líder y el forastero, crea una manifestación de acuerdo al plan de trabajo del agente externo, que es dirigida, orientada, operativa y funcional desde afuera; mientras el grueso de la comunidad asume una actitud alternativa, entre lo místico, más reflexiva, TAL VEZ MAS ABSTRACTA; Prevenida y vigilante de su autonomía.  El riesgo del activismo es notable cuando se expresa en asuntos electorales, como el camino fragmentado de las grandes divisiones del movimiento social.

El pan de cada día de los institutos foráneos en una organización o una comunidad,  es que acude a la cooptación, al activismo para sus propios intereses. Alejándose de lo colectivo y de la comunidad que lo acepta y lo reconoce como agente externo. Todas estas manifestaciones son inseparables y necesarias, siempre y cuando se apliquen en contextos amplios, incluyentes y participativos, de lo contrario se convierten en  transmisores de la corrupción generalizada en el mundo moderno.

El cambio de actitud que urge en las futuras transformaciones sociales, es tener en cuenta el debate participativo y consultado EN LAS REGIONES,  para no caer en la tentación del activismo, y la tarea es superar la dispersión, promover nuevas confluencias pero aplicando diversas reflexiones. Aplicando el encuentro y las experiencias vividas, cultivando la dimensión comunitaria, donde se recibe y se da el afecto y el apoyo mutuo para no desfallecer en el camino de la lucha popular. Teniendo en cuenta la formación como remedio contra el anquilosamiento, a la vez que como posibilidad de dar respuesta creativa a los signos de los tiempos y a las nuevas y antiguas pobrezas. Toda dinámica de los dirigentes debe tener espacios para el descanso y el ocio, donde se rompe el ritmo de lo cotidiano, se desintoxica de lo obligatorio, se cultiva la creatividad personal… más allá de la cultura pragmatista y del rendimiento, pero,  sin dejar de lado el estatuto y reglamento interno.

El remedio contra el activismo está en una verdadera conducción colectiva. En ciertos planes de disciplina, formación y programaciones, hay tantas opciones preferenciales que uno se pregunta quién las va a realizar: la organización con los jóvenes, con los alejados, con las inserciones, con las familias, con la cultura, con los medios de comunicación, las mujeres y los niños… Se sabe que se cuenta con menos efectivos y, a pesar de ello, se les añaden nuevas prioridades sin revisar o suprimir las ya tomadas. Y luego se lamentan de que algunos liderazgos puedan caer en el activismo y den prioridad al “hacer” sobre el “ser”. La incoherencia es manifiesta. Una de las prioridades permanentes en lo cotidiano, es la promoción de líderes, prospectos, etc., es delegar funciones, algunas tendrán que ser con carácter decisorio, hay muchas tareas que ellos pueden realizar haciéndolos sentir verdaderos dirigentes. Que ellas estén allí donde sea necesario y en las tareas que difícilmente podrían realizar otros. Y lo realizarían sin descuidar las otras dimensiones que integran su carisma. Toda evaluación es obligatoria para autocriticarnos y cuestionarnos, Probablemente una de las causas esté en la no armonización de todas las dimensiones que integran la identidad de cada organización.



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