Las vidas detrás del mototaxismo en Bucaramanga

Madres cabeza de familia, profesionales desempleados, adultos mayores, desplazados y hasta expresidiarios se ganan la vida a diario con el mototaxismo. Para ellos esta actividad significa la supervivencia, para las autoridades, la ilegalidad y para los transportadores formales solo pérdidas millonarias.

“Moto,  Moto,  Moto”. Esta palabra cada día se vuelve más usual en cualquier lugar de Bucaramanga y su área metropolitana; es el llamado del mototaxismo, que como el caos vehicular va en aumento.

Para las autoridades municipales el mototaxismo, catalogado como transporte pirata o informal, es la respuesta al inminente fracaso del Sistema Masivo de Transporte,  Metrolínea, que desde hace siete años que comenzó a funcionar no sólo no ha parado se tener pérdidas económicas, sino que sus rutas siguen sin llegar a diversos sectores de la ciudad como el norte, en dónde el transporte ilegal domina el mercado.

De acuerdo con el Observatorio Metropolitano del Área Metropolitana de Bucaramanga (AMB), a febrero de 2014, teniendo en cuenta 46 puntos de la ciudad o ‘terminalitos’, como se les conoce a los lugares en donde se ubican los transportadores informales, en el área 31.395 personas en promedio, utilizan diariamente este tipo de vehículos y 816.270 pasajes al mes deja de validar el transporte público colectivo. Cifras que notablemente han aumentado, pero que no están actualizadas.

Según John Alexander Melo, mototaxista desde hace nueve años y presidente de Asomotran, creada desde hace cuatro años y a la que pertenecen 603 mototaxistas de toda el área, esta práctica no es más que la respuesta a una crisis social en donde no hay trabajo suficiente para todos y se ha vuelto una oportunidad para las personas sin educación o educadas pero que se cansaron de ganar un mínimo;  madres cabeza de familia; adultos mayores;  desplazados y hasta expresidiarios.

“Cualquier problema económico que pueda tener una familia puede darse como solución el mototaxi… Nos damos cuenta que es algo rentable cuando el vecino nos pide que paguemos el recibo; que lo lleve al banco; que le haga una vuelta, entonces termina usted poniendo ‘letrerito’ en la casa de se hacen domicilios personalizados. De ahí en adelante (hace nueve años en su caso) crecimos como empresa unipersonal…”, asegura Melo que junto a Uncol, otra asociación de mototaxistas, pero solo de Piedecuesta, son los únicos organizados y que están dispuestos a llevar hasta el Congreso una propuesta para que los reconozcan como trabajadores formales.

Para este líder el mototaxismo no debería ser perseguido sino aprobado como otro medio de transporte, pues para él esto no es más que otra alternativa de movilización para las personas ,como lo es Uber.

“El transportador es transportador y cuando se le acaban las condiciones para poder trabajar, pues terminará o pirateando en moto, carro pero lo hará. Son las condiciones sociales las que nos llevan a esto”, resalta Melo.

Lo cierto es que $1.510.099.500 deja de recibir el transporte formal mensualmente a causa del transporte informal, según el Observatorio Metropolitano, teniendo en cuenta no solo los mototaxis, sino también los carros ‘piratas’ y los taxis que hacen transporte colectivo.

Mototaxista tras recobrar su libertad

Tras pasar varios años de su vida en la cárcel y cansado de delinquir, Ismael Guido encontró en el mototaxismo una oportunidad para alejarse del hampa y sacar adelante a su familia.

“Yo tuve una experiencia muy horrible en la cárcel y casi me matan. Entonces decidí dejar eso... cuando salí compré mi moto y comencé a trabajar honradamente, porque esto no es como nos persigue la Policía y como nos tenía ese Lucho Bohórquez, un ladrón de esos que sí no los persiguen...”. 
Guido asegura que fue el fundador del mototaxismo en su barrio, Girardot, por lo que tiene ya muchos clientes fijos que van hasta su casa a buscar su servicio. Para él este transporte informal le dio la una nueva oportunidad de vida que la sociedad tantas veces le negó.

“..  Cómo me voy a presentar a una empresa así lleno de rotos y no conocí una escuela ni pa’ tirarle piedra”,  cuenta Guido con su voz ronca y sus comentarios cargados de humor.

El primer día que trabajó como mototaxista ganó $60 mil y aunque le sigue yendo bien, al igual que el resto de sus compañeros indica que ya no se gana la misma cantidad de hace años atrás y ahora toca trabajar más duro,  pues debe salir a la calle.  

“Se cansa uno de todo el día ahí sentado. Se baja uno de la moto es como temblando.  Estoy desde las 3:30 de la mañana trabajando, porque tengo contratas en la plaza...  Y hasta las 5 o 4 de la tarde...”.

Eso sí es consciente que esto responde a una necesidad social pero que también hay demasiados jóvenes que podrían tener mejores oportunidades.  
“Este es mi trabajo... lo que pasa es que como yo digo el que esta arriba piensa escupir al de abajo”.

Guido, aunque sí quiere que los formalicen, no está dispuesto a pagar impuestos y permisos en cantidades, pero cree que deben capacitarlos para respetar las normas y conducir mejor.

“Uno busca una vía de desahogo qué tal uno a la pata de un carro. Entonces uno busca el caminito...”.

Mujeres en el gremio

Luz Marina Pedroza lleva casi nueve años en el mototaxismo, después de que la Alcaldía de la época le quitara el puesto de venta de minutos que tenía.
“Yo en ese entonces tenía una ‘motico’ pequeña y me puse a trabajar porque ya había trabajado en casas de familia, pero sufro de asma y la lavada, la planchada y el detergente me hace daño y no pude seguir”.

Con lo que ella junto a su esposo hacían trabajando como mototaxistas lograron pagarle la mitad de la carrera a uno de sus cinco hijos, de los cuales dos también estuvieron manejando moto para poder graduarse, pero consiguieron trabajo y se bajaron de la moto.

“El que diga que esto es fácil es mentira. Esto es duro. a mí duelen los riñones, la columna y todo. Acá se come sol, humo, agua si llueve...”.
Esta mujer es la tesorera de la asociación de mototaxistas, Asomotran y asegura que hay otras 30 mujeres que también ofreciendo este servicio.

“A mí una vez empezando un muchacho me irrespetó y una vez me robaron... pero ya uno debe hacerse respetar”.

Y es que el hecho de ser mujer no le impide ser tan trabajadora como sus compañeros y dice, aunque es la consentida entre sus amigos mototaxistas, ya no lo es tanto pues tiene más compañeras. Cuando se trata de cambiar el aceite, las llantas o lo que haya que hacerle a la moto, siempre está pendiente, le gusta andar con todo en regla y al día y dice que seguirá luchando para que el alcalde Rodolfo Hernández les cumpla las promesas que les hizo y firmó cuando era candidato de ayudarlos y no perseguirlos.

“Lo único que pedimos es que nos den la oportunidad, que no nos persigan y que nos dejen trabajar que no somos delincuentes... créame que si me tengo que quitar el vestido y ponerme como ‘La Pola’ de hace años lo hago y peleo por mis compañeros y por mí...”.


Sin pensión pero con oficio

Luis Eduardo Rueda de 73 años, ejerce el mototaxismo desde hace ocho años, cuando perdió su trabajo en la carpintería, su único oficio y no tuvo más oportunidades laborales.

“En base a la falta de oportunidades para las personas de la tercera edad, uno debe defenderse como pueda porque uno no puede ponerse a aguantar hambre ni el Estado lo va a sustentar a uno...”.

Para Rueda este trabajo no es algo que disfrute, sino es física necesidad, pues los riesgos de un accidente son el pan diario al cual se exponen, pese a que en su caso dice conducir con mucha prudencia, pues es consciente que muchos de sus compañeros no lo hacen.

“Uno puede subir a una persona en la moto y lo pueden atracar y ha sucedido. Uno sale a trabajar y tienen que aguantar sol y lo que se le venga encima y los insultos muchas veces de los taxistas o cualquier otra personas. En cuanto a mí persona si tuviera otra oportunidad de hacer algo más lo haría...”.

Sin duda los años traen madurez y es por esto que Luis Eduardo también defiende a los taxistas y a todo el gremio de transportadores, porque dice que como él tratan de ganarse la vida, por lo que le parece absurdo que se peleen entre ellos y no luchen juntos por el bienestar de todos.

“Yo cargo mis papeles al día, tengo Sisbén, pero digamos que para el monopolio del transporte uno es un ilegal, prácticamente es como si fuera un delincuente y uno se siente mal porque uno no es eso, solo es alguien con necesidad...”.

En su caso puede ganarse hasta $50 mil diarios, depende de lo que trabaje, pero normalmente lo hace por cerca de 12 hora al día.
“Uno no busca la gente, la gente lo busca a uno por esa necesidad que hay de transportarse y el Estado no ha sido capaz de suplir esa necesidad”.

Del campo a la moto

Flenny Mesa Sanabria llegó desde hace ocho años a la ciudad huyendo de los grupos armados de Saravena,  Arauca que lo desplazaron de su campo luego de matarle un hermano.

Mesa estuvo algún tiempo trabajando en un puesto de venta de minutos de celular pero sólo ganaba $400 mil mensuales y no le alcanzaba para sostener a sus dos hijas y esposa, pues sólo estudió hasta segundo de primaria y lo único que sabía hacer era trabajar el campo.

“Un día me tocó anochecer y no amanecer y me vine para acá a donde otro hermano...  Y trabajaba en los minutos unas 14 horas diarias para ganarme esa plata.  Pero recuerdo que desde ese tiempo había mototaxismo...  porque yo llegué al norte de Bucaramanga y ellos me traían y llevaban y me dijeron que eso era viable”.

A partir de eso momento decidió comprar una moto financiada y pagarla con lo que la misma le daba. En ese momento ganaba hasta 90 mil pesos al día por lo que en un año ya la había pagado y pudo salirse de la invasión en dónde vivía y comenzar arriendo en un mejor lugar.

“... Uno ve que como yo nos tocó salir de brazos cruzados de un territorio y  llegar a esta parte y volver a sentir esa amenaza, como que nos vuelven a desplazar cuando nos persiguen.  Por eso no considero que esto sea ilegal,  pero sí nos falta organización... “.

A diferencia de Guido él si esta de acuerdo en pagar los seguros necesarios para operar de manera formal pero mientras eso sucede,  “si es que pasa” dice,  debe seguir comiendo.

Durante los casi cinco años que lleva de mototaxista sólo una vez tuvo un accidente debido a que otro vehículo lo atropelló y fracturó el fémur en dos partes, lo que ocasionó que su pierna izquierda haya quedado cinco centímetros más corta.

“Cómo voy a cambiar este trabajo así y ya con 45 años ¿a dónde me van a dar trabajo?...”.

Publicada porPAOLA PATIÑO

http://www.vanguardia.com/area-metropolitana/bucaramanga/353482-las-vidas-detras-del-mototaxismo-en-bucaramanga

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